Ceda el paso
Eva Tacazo
Hete
aquí que llovía a porrazos, el cielo estaba gris húmedo y los viandantes de
siempre, los de siempre, paseaban en coche.
Con
este panorama caminaba de un lado de la calle Robin de Locksley, de los
Locksley de siempre también, que había abandonado hace años Sherwood, cansado
de ser un fuera de la ley. Ahora cumplía con hacienda. En lugar de arco,
paraguas. A su mano una inocente niña.
Del
otro lado de la calle, Little John. En lugar de bastón, paraguas. A su mano una
inocente correa y 2 inocentes perrillos que no se tropiezan con él porque las
piernas de John son chiquitas comparadas con su oronda barriga.
Ambos
se colocan pegaditos a la pared para no mojarse, como suele hacerse
estratégicamente en estas disposiciones acuáticas. La niña, protegida. Los
perrillos, entre las piernas del forajido.
Ambos
se van acercando ufanos, abatibles, sin conejos en el cinturón.
Ambos
quieren pasar por el lado diestro de la acera.
Se
van acercando, cada vez más.
No
hay río, pero llueve a cántaros y el único paso sin mojarse es arrimarse al
lado derecho todo lo que se pueda.
Están
muy cerca. Ninguno se aparta, ninguno cede y…
No hay comentarios:
Publicar un comentario