lunes, 16 de febrero de 2015

El fútbol no se toca IX


El fútbol no se toca IX
Eva Tacazo

—Y ¿tú cómo ves lo de la fiesta de Ronaldo y todos estos?
—Yo qué sé, Remo, digas lo que digas, ¿quién lleva razón? Es hablar por hablar. Es una cosa de perspectivas.
—De eso nada. ¡Fue de sinvergüenzas!
—Joer.
—Hombre, ponerse ahí… a jugar con los sentimientos de una afición, con…
—¿Tú crees?
—Pero bueno, ¿es que no te indigna? ¡Si tú eres del Madrid!
—¿Del Madrid, de El visigótico?¿Qué más da? A mí me parece… acorde con lo que ocurre hoy.
—No, si…, ahora te pones rarito, como siempre.
—Rarito no, lo que pasa es que a mí la historia me ha enseñado, y a ti no; ¿acaso no recuerdas todo lo que se ha dicho de nosotros? Pues, después de todo, estamos aquí, ¿no?, y nos habían matao… Bueno, a ti te maté yo, decían… ¿Viste la gala de los Goya?
—No me cambies de tema, Rómulo…
—Pero si no es eso, es que tú ya tienes tu opinión y no te la voy a cambiar… Es más, no quieres que te la cambie, egódoxa. ¿Para qué voy a esforzarme?
—¿Egoqué? Claro, es que tú lo sabes todo, el sabio…; tú eres futurólogo, el que ve los pájaros, ¿verdad?
—Solo digo que ya me ha pasao otras veces contigo, que nos conocemos ya casi treinta siglos y que te pones así…, igual que muchos, y ya está.
—Yo tengo mi propia opinión, diferente a la tuya, ¡eh! Y no consientes en que la tenga, porque tener mi propia opinión es como si tú fueras un segundón, porque lo que tú siempre has querido es que yo te siga, que yo te obedeciera ciegamente. A mí…
—Ala, pues ya está, tienes razón, lo confieso, hice trampas con lo de los pájaros porque soy un soberbio esclavista narcisista… ¿Viste Los Goya?
—Ah, y como no voy a cambiar de opinión, según tú, pues soy idiota, vas y me cambias de tema como si fuera tonto.
—¿En qué quedamos?
—¿De qué?
—¿Idiota o tonto?
—¡Tu madre!
—¿Te refieres a la misma casta y pura que nos parió o a la perra que te dio de mamar?
—Llevas más de veinte siglos con esa idiotez de que solo yo mamé de la loba y no te cansas, y que por eso tú eres el listo y yo el tonto, ¿verdad?
—Yo creo que tú heredaste la parte belicosa de papá, o sea, poco cerebro… Y no te hagas la víctima que eso ya no está de moda, eso aburre, atiende a los cambios históricos, que siempre vas rezagado, que no viste llegar el Renacimiento ni la Ilustración, y mira que te avisé.
—¿Víctima? Mira… Está bien, vamos a hacer una cosa. Tú que eres tan listo…
—Gracias.
—Explícame cómo tengo que opinar.
—Haré un esfuerzo.
—Gracias, majestad.
—No entiendo que tú y tu tribu valoréis el fútbol y a los futbolistas como deportistas que se deben a una afición, colores, bandera… Son aspectos irracionales que no se corresponden con la realidad. ¿No recuerdas los nacionalismos? Es como si pidieras a un trabajador de Google o de Telefónica obediencia absoluta y ciega a su empresa. ¿Por qué creéis que los futbolistas son diferentes a ti o cualquiera de tus amigos? Son productos en un mercado de fichajes y en un mundo en que todo lo mueve exclusivamente el dinero, ni respetos ni aprecios ni ná. Tanto que decís «mercado» y no os dais cuenta… Son currantes, como todo el mundo. Tienen horarios, sueldo, vacaciones, contratos… Lo que pasa es que como veis que cobran algunos, ¡algunos!, 156 veces lo que vosotros…, os jode y, ¡ala!, a despotricar y a ponerlos verdes. Los tíos han contratao con antelación músicos, la sala, y lo que sea. ¿Tú crees que iban a pensar que perderían? Pues no. Han perdido, están tristes, dan la rueda de prensa como cualquier profesional, y luego desconectan y hacen su vida personal. O ¿qué quieres, que vayan ya todo el día con caraperro a su casa, y se sienten en el sofá tristones y sus mujeres les consuelen? Si vosotros fracasáis en alguna venta de coches y luego tenéis una boda, por ejemplo, ¿qué pasa? Pues ellos celebraban el cumpleaños de un amigo, y como tienen mucha pasta lo hacen así, y eso os jode porque querríais estar en esa situación y eso no ocurrirá nunca, y así descargáis vuestra ira y frustración de manera momentánea.

Adolescencia


Adolescencia
La niña lluvia

—Pues yo te juro que no entiendo a mi sobrino.
—Te digo que lo que hace es normal, Juan.
—¿Normal? Ya es mayorcito. Diecinueve años y haciendo idioteces infantiles, valga la redundancia.
—Es joven, hombre. Y los infantes no son idiotas.
—Solos no, pero en grupo vuelven a las cavernas, son unos saboteadores… ¡Chico, pon 2 pinchos más de flumil y 2 gelocatiles…! Volviendo a lo de mi sobrino…, Félix, no me jodas, que con diecinueve años estaba yo comiéndome asignaturas en la carrera, entre otras cosas porque no quería robar a mis padres más dinero, que una carrera es un pastón como para estar suspendiendo y seguir poniendo la mano.
—Y yo también, pero tampoco te creas que lo hacía todo el mundo…
—Y no te digo ná de nuestros padres: a los trece a currar. ¡Eso sí te hace madurar! Y a los veinte casao. ¡Y a los veintiuno hijos…! Que no digo que tenga q ser así, pero tampoco lo de hoy.
—Juan, escúchame, «open mind», tío…, ¿no te has dao cuenta de que cada vez la adolescencia es más larga?
—Eso es lo que digo, ¡que espabilen antes, coño!
—Pero que no es su culpa…
—Si ya lo sé. Es que me da rabia.
—Aquí tenéis, dos pinchitos de flumil y dos gelocatiles. ¡Ala…, que parecéis dos jubilaos arreglando el mundo e intentando dar esquinazo a la muerte!
—¡Graciosillo el chiste sabiendo que somos sepultureros, ¿eh, Fede?!
—¿Tan mal estamos?
—Ja, ja. No, hombre, pero aquí está tol mundo viendo el fútbol y vosotros ahí… dándole… al entendimiento.
—¿Cómo van?
—2-0 pal Atleti.
—¡Entonces pon también unos flutox secos con cristalmina y déjanos razonar en paz!
—Bueno, lo que te decía: mi hermano siempre ha pasao de educar a mi sobrino en responsabilidades, y esa es una tónica sueps hoy. Por eso me da rabia, porque yo sé que ese es el problema.
—Uno de los problemas.
—Para mí el más importante. Conmigo el chaval no se comporta igual. Pero, claro, llega a su casa y se tira al sofá o la cama; ordenador, tele, videoconsola… Me cago en tó, ¿cómo va a dar un palo al agua si no le falta de ná? Y así desde pequeño: la comida, la ropa, los viajes de vacaciones, el restaurante, el regalo de reyes y cumpleaños, el sitio en el cole, la película con sus amigos… ¡Coño, que lo tiene que imponer siempre todo él…! Menos conmigo, ¡eh!
—Y ahora tu hermano quiere que estudie o trabaje, pero que haga algo, ¿verdad?
—Ahí le has dao.
—Son los dueños de la casa. Los padres se creen que si les prohíbes algo o les mandas algo se van a romper o deprimir o vete tú a saber… Para educar bien a los hijos hay que amarles pero también ejercer autoridad para orientarles. Tú no puedes comparar el modelo de educación de hoy con el nuestro porque todo ha cambiado.
—Ya pero es que… ¿Qué se creen, que no van a quererles…? ¡Yo creo que esto es enfermizo!, porque están todos contagiaos.
—No, hombre, no; todos no. Eso es un error de muestreo. Lo que pasa es que algunos los protegen de más, los protegen de todo, incluso de lo de su edad. Así que nunca aprenden a enfrentarse a sus cosas.
—Unos incompetentes.
—Saben instalar un ordenador, una play o un móvil, pero no les permitimos usar el microondas o la secadora o bajar la basura o coger un mocho u ordenar la habitación. ¡Cómo se van a esforzar con trece años si con siete no les enseñamos! ¡Es absurdamente paradójico!, valga la concordancia.
—Y ¿cómo se educa en el esfuerzo? ¡Léeme la receta, anda!
—Pues había por ahí un tal Antonio Ríos que decía que no cediendo, no dejando las cosas sin terminar y reforzando cuando las hacen. Asín de claro.
—¡¡Flutox secos con cristalmina!! ¿Algo más?
—Gracias, Fede. De momento no.
—A mandar.
—…
—…

La anciana tierna que todos conocemos pendula con su carrico de la compra cerca de los sepultureros. Va a desayunar voltarén con fluidasa manchado de potasión:

—Chico, ¿eres Juan?
—Sí, Engracia, ¿cómo está usted?
—Nene, yo aquí… Acabo de despedirme del Manuel, ¿tacuerdas dél? Pos ha acabao la carrera…, abogao…, 33 años… ¡¿Qué te parece?! Estamos tan orgullosos…
—¡Ale, a disfrutarlo!

—… Eh… Además de los inputs de los chavales, que todo son derechos y ninguna obligación, no te olvides de lo que les afecta, los outputs.
—…
—La adolescencia es un momento de crisis, de cambios, y para eso hay que aprender, informarse y formarse… ¿Tú sabes la cantidad de cosas que tienen que aprender los chavales hoy?
—¡A respetar y a trabajar, coño! Con eso se va a tos los laos.
—Y ¿cuándo quieres que lo hagan? Tienen 12 redes sociales activas, hacen 20 fotos al día, contestan a 58 mensajes-correos-chats, actualizan sus perfiles, cotillean en Instagram, Facebook y todas las casas de falsos inquilinos estas… Y al mismo tiempo a estudiar más gilipolleces que nosotros, hacer deporte, ligar, divertirse, más las clases particulares y las extraescolares de natación, rítmica, piano, hípica, judo, tambor, danza, ganchillo…; por no hablar de PlayStation, Xbox, Wii, Youtube… ¿Cuánto tiempo crees que les chupa todo eso? Hasta las doce de la noche por lo menos no han parao. Y ahora échate a dormir… Muchos están agotados mentalmente como para dormir. Y así todos los días. ¿Cómo van a hablar con su madre si están viendo la última foto de Angelina en Instagram o actualizando el muro de Facebook, de lo cual depende toda nuestra raza?
—Yo también tuve cámara, Félix.
—No compares, Juan. A nosotros nos preocupaba la imagen para lo que vienen siendo nuestros amigotes y alguna chavala ¿Tú sabes estos a lo que se enfrentan? Esto se ha convertío en una jungla bárbara, en una selva incívica, en una bestia indómita. Todo el mundo ve sus vidas porque la explicitan, la publican, la desnudan… Y además ahora se ha instaurado la norma de juzgarlo todo. Si no juzgas algo es que… no tienes personalidad o algo así… Así que opinan de todo lo que haces… Y la otra norma es opinar mal, o sea, hundir a la gente, reírte de ella como hace el Rubius y otros t@ntos como él: cuanto más insultes más guay y cool eres. Por cierto, el Rubius tiene diez millones de seguidores; puede que digas bien con eso de que estamos enfermos.
—Y otra norma parece que es hacer el idiota, un deporte que cada vez tiene más competencia, y ser original es muy jodido. El otro día vi a un youtuber lanzando espaguetis al aire en su cocina para tratar de que cayeran dentro de la olla, luego saltaba y los chafaba, echaba al suelo chorros de aceite y plumas de una almohada, traía a su perro y los 2 se revolcaban por el suelo, entonces se pasaba las manos por todo el cuerpo, sí, por todo, y también por el del perro y metía las manos en una masa de harina y agua, se cortaba pelos de sus partes y los echaba también como condimento, amasaba la pizza dando golpes con la suela de sus zapatos y al horno; en velocidad tó rápida avanzó hasta que se cocinó y la sacó a la terraza para enfriarla pero estaba lloviendo; después de mojada la cogió y el perro y él empezaron a darle bocaos; el tío estaba espídico y se puso a dar golpes de frente contra la mesa, abrió una botella de vodka o vete tú a saber y se largó un tragazo que se puso rojo y escupió y casi vomita; y remató balanceándose en la silla pa’atrás hasta que al tercer intento se cayó de espaldas y ahí se quedó… ¡A ver cómo superas eso…!
—Abatible.
—Oye, y ¿cómo lo solucionamos?
—Yo lo tengo claro: hay que meterles dos años más antes de llegar a la universidad; eso les daría mayor madurez para ese aprendizaje superior, y retrasaría la incorporación laboral, pero no pasa ná porque ahora vivimos más, o sea, es una cadena. Lo que no sé es dónde pondría esos años, pero ya saldría. Y no hay que olvidar separar a los que no quieran estudiar más de los que quieran en un momento dado…, no sé, con quince o dieciséis…
—¿Dos años más? ¡Encima que no hacen ná! No hay quien te entienda.
—¿Pedimos dos gelocatiles más?
—Yoooo prefiero una aspirina.
—Pues dos, entonces. ¡Fede, dos aspirinas… Y un pantecta para compartir!
—Pantecta no me queda. Os puedo poner omeprazol.
—Por mí vale… ¿no?
—…
—Pos ponlos.
—¿De 20 o de 40?
—Mmm, de 20.
—Por dónde íbamos, tú.
—Pues que los chavales lo pasan muy mal. Se estresan porque están sometidos a la presión de…
—Gooooooooooooooooooool.
—¡Joder qué susto, coño!