martes, 19 de enero de 2016

La verdadera función de los medios de comunicación


La verdadera función de los medios de comunicación
Carlos Elola Martínez, alumno de 2º Bachillerato

¿Tenemos libertad? No son solo los medios de comunicación los que nos hacen estar delante de un televisor con la intención de crear distracción, de que no pensemos en lo que somos o seremos. “La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse que nunca sepa que está en prisión”, Dostoyevski; o “La dictadura perfecta es aquella que aparenta no serla”, Octavo Paz, premio Nobel de Literatura. ¿Somos quizá víctimas o títeres de una sinarquía?
Sí, somos sus marionetas, ya que piensan por nosotros, deciden lo que está bien por nosotros, nos hacen creer que tenemos libertad, ¿libertad? Sí, pero dentro de sus fronteras. La función actual de los medios de comunicación es que no veamos más allá de los bastidores, de los muñecos que salen en la tele —animados y no animados— que a su vez siguen un guión para que no caigamos nunca en que estamos entre rejas, con la intención de ser víctimas de un atontamiento colectivo. La única tarea importante a la que un hombre debería dedicar toda su vida es a liberarse, a liberar su espíritu, a despertar de esta función, de desvestir a los verdaderos culpables de que millones de personas vivan reos en pleno siglo XXI. Pero como bien he dicho antes, pocos saben que estamos encarcelados.
En resumidas cuentas, no quieren que seamos sabios; de esta forma podemos ser explotados, manipulados, mecanizados. La libertad va de la mano con la sabiduría y ninguna sociedad quiere que seas libre, porque cuando los hombres empiezan a utilizar su propia inteligencia, se vuelven peligrosos para el “sistema”, para las personas que están en el poder, para los Estados, para las Naciones… Una persona sabia prefiere morir antes que ser víctima de la esclavitud.

domingo, 17 de enero de 2016

El Congreso


El Congreso
El aprendiz

He oído casi de todo sobre el bebé del Congreso. Corro el peligro de aburrir, ya lo sé. Podría decir «coño», «joder», «cagontó», «patriarcado opresor» o «feminazis»… Pero entonces me habría convertido en uno más de un circo que no deseo, que no es adecuado, que no respeta y que no mejora —y eso que «cagontó» me gusta.
Nadie se escandaliza por ver amamantar a un bebé en público. La lucha por la conciliación laboral y familiar es necesaria, claro que sí; yo también soy padre y veo cómo Europa va por delante también en esto. En el Congreso llevan años ya con guardería. Eso hoy es un privilegio. Ya me gustaría a mí u otros padres y madres tener esa posibilidad, pero los políticos no encuentran los medios o las ganas o el momento de tratar de acercar ese privilegio —derecho— a los mortales. Y por supuesto que hay que decírselo. O, mejor dicho, recordárselo. Es nuestro deber hacer visibles nuestras necesidades.
Pero el fin no justifica los medios.
Y los medios para hacer llegar nuestras quejas no pueden ser propagandísticos, sensacionalistas, populistas, telecinqueros, circenses…
He oído palabras aplaudidas como:
—Esto no es Finlandia. Esto es España. Y aquí si no haces un poco de ruido, si no creas polémica, si no sales en los medios, si no gritas, si no chillas… nadie te va a hacer caso.
No.
Mientras queramos hacer «eso» para cambiar las cosas, España será eso: «charanga y pandereta». Porque los medios circenses solo producen resultados circenses. Porque la guerra solo trae más guerra. Porque parece más importante la imagen que la realidad, parece más importante la forma que el contenido, parece mejor la hamburguesa yankee de Mcdonalds que la de Paco López. Porque la estética, la apariencia, el exterior, el envoltorio, la carcasa, no puede esconder u ocultar interiores vacíos, sucios, postizos o de «instantmatic».
Aquí no somos campeones del marketing y la pirotecnia. Esas son formas baratas y rápidas de alcanzar un objetivo, un fin. Aquí ha luchado mucha gente por aupar a la verdad, al respeto y a la razón como valores máximos y necesarios.
Si uno quiere resultados serios, aplica medidas serias. Si uno quiere resultados fofos, no se esfuerza. ¿Alguien recuerda cuando no había educación pública gratuita? No creo, hace muchos años de eso. Y lo conseguimos. Y ¿la sanidad? Eso es progreso.
Este camino de políticos de Instagram, de la foto sin nada dentro, estéticos, a los que dar un «Like» es digno de un esperpento con Max Estrella —y lo sazonamos con la casa real declarando al juez. ¡Qué guay!, ¿verdad? ¡Qué cercanos y qué buen rollo! Pues no. Es que yo a un médico le pido que cure, y luego ya… Y a un político, menos ruido y más nueces. A todos. Unos y otros. ¿Los que están lo hacen mal? Mejorémosles, salgamos a reclamar derechos, todo. Pero con educación, respeto, razón. Eso es progreso.

No sin mi hijo o Porqueyolovalguismo


No sin mi hijo o Porqueyolovalguismo
Díptero impertinente y La niña lluvia

Bata blanca, bajalenguas, fonendoscopio, carrito de niño.
—Buenos días, doctora.

—Adelante. Buenos días.
—Ehhh… Pero… me toca a mí, ¿verdad?
—Sí.
—Ah. Creí que había alguien más aquí… por… el niño…
—No. No se preocupe. Es mío. Es que le toca en unos 5 minutos.
—Ah… ¿Vengo luego entonces o…?
—No, no, dígame. ¿Qué le ocurre?
—Buahhh.
—Chsss, bebito, chsss.
—Pues nada. Sigo notándome…
—Buahhh.
—Ya va, ya va mamá… Siga, siga.
—Digo que sigo notándome el ardor en la gargan…
—Buahhh.
—Venga, toma, venga, a chupar la comidita, cariño.
—Bu.
—Perdón. Me salgo y vengo luego.
—No, no.
—Sí. Si me quedo en la puerta y ya está.
—Decía que le ardía el estómago...
—Bueno, que me sigue ardiendo…, que me recetó hace dos meses omeprazol pero no desaparece esto.
—Habrá que probar… Añadamos Almax después de cada… ¡Uy! ¿Me alcanza la toallita esa, por favor? Es que…
—Sí, sí, por supuesto.
—Es que si me muevo un poquitín ya…
………………………………………………………………………….
—¡Adelante, pasen!
—Hola, Buenas tardes.
—Buenas tar… ¡Uy!, perdón, esperamos a que acabe con esa familia.
—No, no.

—Vamos, Pedro, sal.
—No, no. No hay nadie, os toca a vosotros.
—¡Ah! Pero ¿el niño?
—No te preocupes, es mío.
—¡Ah! ¡Uy, qué pequeñito y guapo! ¿verdad, Pedro?
—¿Eh? Sí. Sí…
—Sentaos.
—Bueno…
—Vosotros diréis.
—Sí, bueno, eso… A ver, veníamos por Juanillo. No sé si te han comentado que…
—Muahhh.
—Chsss, ya, ya, mami está aquí.
—Entonces, nada, eso, que el año pasado le… le…
—Espere un momento que le limpie, ¡uyyy…! Es que… ha tomado hace poquito…
—¡Pobrecito! ¡Ay qué mono!, ¿verdad, Pedro?
—Sí, sí.
—A ver, que te cojo, granujilla… Ven aquí con la mamá que te quite esos gasecillos… Sigue, sigue…
—¡Que le acosaban! Pedro, es que eres muy lento y te vas por las ramas.
—Porque el año pasado nos dijeron que cuidado al decir esa palabra porque estamos hablando ya de cosas graves…
—Grrrk.
—¡Muy bien cariño! Venga otro… Pues aún no me han informado porque acabamos de empezar, como quien dice. Son los primeros padres que vienen…
—Grrrk.
—¡Ay, Pedro!, ¿no te dan ganas de tener otro…?
—…
—Y ¿se lo lleva también a clase?
………………………………………………………………………….
—Ding dong.
—Hola, buenas tardes.
—¿Qué? A ver, cógeme la puerta que saque el carro del ascensor.
—Uy, no me asuste, solo es el desagüe. ¿Tan grave puede ser?
—¿Eh? No. Es el carro del niño… Ala, pa’dentro.
—Ah…
—Bueno, está durmiendo, así que por favor… si hacemos poco ruido te lo agradezco…
—¡Claro! Mmmm, desconectaré el móvil y…
—¡Mejor! Bueno, es este de aquí, ¿verdad? A ver, llave, giro… Esto ya está sacao, voy a limpiarlo…
—Pues sí que estaba sucio, ¿no?
—¿Sucio? No… Lo que hueles es el pastelaco del niño… Como su padre. Si hace algo lo hace bien hecho, con profundidad, como dicen los licenciados, ¿eh?
—Hum…

—¿Tienes hijos?
—¿Yo? Bue…
—¡Ala! Pues cógelo y me lo cambias y así acabo antes…
—Es que… yo no…
—¡Anda, anda! Deja, que sois unos tisquismiquis, ¿eh? Deja, ven aquí y aguántame la llave, ven…
—…
—Así, aguanta fuerte, ahí… A ver mi chiquitín… Pero ¿qué llevas ahí dentro? Madre mía cómo huele, ¿eh?
—Parece que sale un poco de agua…
—Aprieta fuerte, hombre, gira, gira…
—Ya…
—Más, más… A ver, el pañal lo tenía por aquí…
—¿Me quito ya?
—No… Mira, ya que estás ahí… Baja ya las manos… Es que no veo el pañal, ¡cojones! Mira, coge la del 7.
—¿El qué?
—La llave del 7.
—No sé cuál es.
—Ay, estos señoritos, ¿eh? Que no sabemos las llaves… Mira, esa que lleva una banda amarilla… ¡Esa! Ponle la arandela también que está en el suelo y aprieta todo lo que puedas.
—Muahhh…
—Ay, mi niño fuertote… ¡El día que te comas una fabada…!
—Cierto, cierto…
—¿Eh?
—No, nada… Ya está. A tope.
—Enga. Ahora ponle el caparazón… Cuidao al engancharlo no lo rompas…
—…
—¡Muy bien! Arreglao y apañao, ¿Eh? ¡A-pa-ña-o!
—…
—¡Pa-ña-les! ¡A-pa-ña-o!
—…
—¡Madre mía! Pero ¿es que no estudiasteis literatura en tu generación? ¡Es que los de la ESO…! ¿Góngora, Quevedo… juegos de palabras?
—…
—Bueno. Son 40 euros.
—Mmmm, aquí… tiene…
—A ver. 20, 25, 35 y 40… ¡Muy bien! Pos nos vemos, ¿eh? Ahí le he dejao el teléfono pegaíco, pa que no te molestes ni en pensar dónde lo dejaste… ¿eh?

miércoles, 6 de enero de 2016

La cabalgata


La cabalgata
La niña lluvia

—Juan, ¡Juan!
—Yee, ¿qué pasa?
—Nada, bien.
—Ostia, no te oía con tanto ruido.
—¿Qué?
—Nada. ¡Pa casa ya!
—¿Habéis visto la cabalgata?
—Yo he visto un circo… Luego una película…. Y también una cabalgata… ¿Tú qué has visto?
—Ya, ya sé lo que dices… Lo mismo… Pero los chavales se lo pasan bien.
—Hombre, ya te digo, los chavales lo que les enchufes, pero ahí esta el tema… Es que… ¿Qué están viendo? ¿A qué han venido? ¿Qué le explico yo a mi hija?
—Explicar, explicar… ¿Qué le quieres explicar?
—¡Coño! ¡Pues a dónde ha venido!
—¡A la cabalgata de los reyes…!
—O al circo, o al cine… Pero ¿es que tú no has visto a Bob Esponja y a los de Star wars y a los saltimbanquis esos? Y al rato, cuando ya no podía tenerla más sobre los hombros, que ya pesa lo suyo, llega el tractor con la estrella…
—Pero estos se lo pasan bien.
—¡Y dale! Que eso está bien, pero hay más cosas…
—Las que tú buscas.
—No, si luego nos quejamos y no sabemos cómo nos hemos metido en el charco, pero nos hemos metido.
—¿Qué dices de charco?
—Nada, que luego nos quejamos de los que nos gobiernan y de lo que hace uno y lo que no hace el otro, que si los políticos, que si las farmacias, que si los albañiles, que si los profesores, que si el fontanero, que si el médico… Así estamos todos los días en el almuerzo, la comida y la cena. ¿O no?
—Sí.
—Pues eso. Mucho quejarnos y luego ¿qué hacemos? Nada.
—Pero ¿qué hay que hacer?
—Chico, pareces tonto. ¿Es que tú no estás viendo el sinsentido de esta cabalgata, que es el mismo sinsentido con que crecen los chavales, porque no entienden nada? ¿Es que no ves la falta de identidad de esta cabalgacirco o lo que sea? ¿Es que no ves que seguimos siendo «charanga y pandereta»? ¿Para qué se gasta el ayuntamiento dinero en los circenses y los disfrazaos de dibujos y los de Star wars, cuando a lo que venimos es a una cabalgata?
—¡Ah!
—¡Mira! ¡Cuando te he nombrao el dinero ya te has puesto alerta!
—Hombre, es que no te explicas, chico. Ve al grano.
—Pero si lo del dinero es lo de menos. Lo que pasa es que para ti es lo de más… Bueno, da igual. Si tú lo quieres ver por el dinero adelante. Nos está robando el ayuntamiento para que lo pasemos bien, los chavales se rían y haya alegría, pero esta cabalgacircodesfiledeloscojones es más caro que si hubiera solo reyes magos.
—¡Eso sí!
—Esto es un quiero y no puedo. Solo con reyes magos hay empresas que lo hacen mejor.
—Ya… pero sería un poco soso, ¿no?
—¿Soso? Es lo que es. Reyes magos. ¿Acaso tú te pides unas chuletas de cordero lechal y les pones salsa de roquefort?
—Mmmm, ¿por qué no?
—0o.
—A cada uno le gusta una cosa. No pasa nada.
—Ese es el problema, que somos muchos… ¿Entiendes?
—No.
—¡Que ya no hay criterio pa hacer las cosas ni ostias! ¡Que un restaurante que te pone salsa roquefort lo que quiere es que no notes que la carne no es tan buena como lo que te cobran!
—¡Ah! ¡Igual que cuando te rebozan el pescao y lo fríen! Eso es verdad.
—Pues eso con todo.
—Ya, pero está bueno…
—0o. De los caramelos ya ni hablo, ¿verdad?
—Chico, ¿también te molestan los caramelos?