viernes, 25 de abril de 2014

Multitasking Social


Multitasking Social
El aprendiz


Nos dicen, desde pequeñitos, que el tiempo es dinero.

El tiempo es un bien preciado que vale oro y que no hay que desaprovechar.
Y ,¡coño!, nos lo creemos.

Aprendemos a vivir rápido, deprisa, sin descansos, sin tiempos muertos, sin detenernos ni un solo momento en seco para disfrutar de un atardecer tirado en la playa, o de las vistas maravillosas que nos proporciona el mirador de nuestra ciudad. No tenemos tiempo para esas cosas: hay que aprovechar el tiempo lo máximo posible para hacer cosas de provecho.

Cosas de provecho.

Cosas de provecho, claro.

Cosas como estudiar, comer, hacer ejercicio, tener tiempo con la pareja, dormir o trabajar.

¡Eso son cosas de provecho!

Pero claro, el hombre es un ser social, y como tal, no hay que descuidar el contacto con otros elementos igual de sociales que tú —o más aún si cabe, para que todo el mundo vea que te mueves por altas esferas sociales: qué guay, ¿eh?—.

Un gran don que tenemos los seres humanos es el de tener la capacidad de hacer varias cosas a la vez. Multitasking (o multitarea para aquellos ibéricos que se niegan a adoptar términos extranjeros en el idioma patrio) lo llaman ahora los modernos, con el nacimiento de las nuevas tecnologías.

Me río yo de los modernos y del multitasking.

Mi madre ya hacía multitasking antes de que nacieran los smartphones.

El caso es que hay que adaptarse a las nuevas tecnologías, y a los nuevos tiempos.
Si un teléfono puede hacer multitasking, ¿por qué no voy a hacerlo yo?

Es ahí donde nace la espiral vírica que nos atrapa inconscientemente, aquella en la que, sin darnos cuenta, con esta maravilla del multitasking nueva y moderna, somos capaces de hacer más cosas en un día de las que haríamos normalmente en el transcurso de 24 horas normales, sin el dichoso multitasking.

Así, por ejemplo, cuando vamos a comer, nos encargamos de hacerle un snapshot a la comida para subirla a Twitter y que todos tus “amigos” y des-conocidos que te siguen vean lo afortunado que eres por comer.

Pero, qué coño, ya que estamos puestos y lo va a ver todo el mundo, en lugar de comer de paso por el Burger King antes de llegar a casa, ¡vámonos al Starbucks! ¿Por qué? Pues porque todos tus followers merecen ver lo afortunado que eres por ir a un sitio hipster y súper mainstream.

Eso mola.

¿Que el Burger está a 5 minutos andando y el Starbucks está a 45? ¡No importa! Somos una nueva especie, el homo multitaskien: podemos con todo lo que nos echen. Ya recuperaré esos 45 minutos de menos cenando mientras me ducho: está todo controlado.

Todo sea por los followers: amigos incondicionales, vínculos eternos.

¿Que hay que estudiar para el final de mañana? Antes de ello hay que tomar una selfie de la situación y pasarla por todas las redes sociales para iniciar un debate de 4 horas sobre lo injusto que es el sistema educativo.

Por eso suspendemos: la culpa es del sistema educativo, que demanda unas horas de estudio incompatibles con nuestra vida social, a pesar de nuestra capacidad de multitasking.

Tenemos que ir a visitar a nuestra familia, que nos echa mucho de menos. Pero no podemos permitirnos perder posiciones en el ranking del jueguito de smartphone que esté en ese momento de moda, porque eso nos haría perder un prestigio social que nos ha llevado horas y semanas ganar.

Así, mientras tu madre está sentada contigo hablándote y esperando impaciente que tú, por iniciativa propia, saques un tema de conversación o simplemente le cuentes cómo te va tu estresante vida social y cómo haces malabares para compaginarlo todo (porque eres una máquina de la economía temporal diaria), tú te limitas a contestar monosílabos como “sí”, “hum”, “ya” y sucedáneos, sin despegar la vista de tu flamante iPhone 7ZC+3/4, que provoca que todos tus amigos te admiren y respeten, que te quieran de verdad, y que vayan a estar ahí siempre, pase lo que pase, porque tú tienes el último smartphone y vas a la moda.

Tu madre no.

Tu madre no merece esa atención que dedicas a tus queridos followers.

Y, tras un precioso día muy productivo, llegas a casa satisfecho, orgulloso de haber aprovechado tu capacidad multitarea al máximo y haber rendido al 100% de tus posibilidades como homo multitaskien.

Así que te sientas en el baño a cagar mientras te afeitas, y después te pegas una ducha mientras cenas.

Y cuando llegas a la cama con tu pareja, a la cual llevas hablando por whatsapp todo el día diciendo lo mucho que la echas de menos, siendo este uno de los motivos por los que ignorabas a tu madre esta tarde, resulta que no podéis hablar aún porque tú tienes que terminar una conversación con tus coleguis del grupo de Facebook, y ella tiene que subir los trabajos y comidas que ha hecho hoy a Instagram, con sus respectivos debates post-publicación.

Así que, después de 45 minutos juntos en la cama en los que sólo se oyen la vibración y sonido característicos de un flamante smartphone al pulsar las teclas, ella termina su erudito debate social con sus amigas de Instagram concluyendo con que si las mujeres son todas unas golfas, y él finaliza por fin con sus colegas con que los hombres son unos capullos, ¿o era al revés?
Pfff, es que yo ya me pierdo: a mí me pilló la transición, pido perdón si mi capacidad multitasking no es tan buena como la de las generaciones venideras.

¡Eh! ¡Eso sí! Tras 45 minutos de incomunicación total y contacto nulo, vamos a tener una buena ración de sexo, que no hay que descuidar el tiempo en pareja.

Tener capacidad multitarea está muy bien —a mi madre se le daba genial, repito—. Pero hay que saber disfrutar de algunos momentos: sin interrupciones, sin distracciones.

Hay a quien se le ha olvidado vivir.

Hay que aprender a dejar el móvil al lado cuando se habla con mamá.

Hay que quedar con los amigos para tomarnos una copa, y dejarnos de tanto icono de cerveza por el whatsapp.

Cuando estemos en la cama, hay que mirar a los ojos a nuestra pareja, y no a su foto de perfil.

A la vida hay que amarla, abrazarla, apretarla.

Apretemos más; abarquemos menos.

jueves, 24 de abril de 2014

La opción


La opción
El niño cielo y Díptero impertinente

—Hola, buenos días, señor. Gracias por contactar con Voxtua. ¿Conoce cómo funciona nuestra empresa?
—Sí, ya la usé hace unos meses.
—Entonces cuando quiera puede empezar.
—«Disculpa».
—Muy bien, señor. Tramitamos «disculpa». Dígame su nombre para acceder al registro.
—Lorenzo Enagua y Torrente.
—In-tro-duzco y… Aquí estamos. Efectivamente, tramitó usted ya un «despido» el 12 de noviembre de 2013. Ahora añadimos «dis-cul-pa»… Eso es. Ya está. Siguiente paso, señor Enagua, debe indicarnos la frase. ¿Está usted ante un ordenador o dispositivo móvil con acceso a la web o le leo las posibilidades?
—Sí, sí. Tengo la web delante,
Suena un ding en la mesita.
—un momento.
—Por supuesto, señor Enagua.
—Dime, Alicia.
—Su visita de las 21:00 pregunta si hay que adelantar la notificación de permuta o puede enviarla por fax después de la reentrada.
—Dígale que la envíe por fax, no importa; pero que no se le olvide.
—De acuerdo.
—Ya estoy aquí, disculpe.
—No hay problema. Estábamos en la frase. ¿Sabe ya cuál le interesa?
—La verdad es que estoy mirando… y dudo entre la b y la f… Bien, vale, la f.
—Muy bien. Elegimos f. Siguiente. ¿Nombre del sujeto que se disculpa?
—Remo Enagua de Caldea.
—Re-mo-En-agua-de-Cal-dea. Muy bien. ¿Añadimos algún sobrenombre?
—Sí, ha de constar lo siguiente: «Remo Enagua de Caldea, alumno de 2ºB de la ESO», y ya la disculpa.
—Guardamos… Y… Pasamos al cierre o razón de la disculpa. Dícteme, Señor Enagua.
—Sí… La razón es un insulto al profesor de Mates.
—Podemos dejarlo en «por haber insultado al profesor de Matemáticas».
—Vale.
—¿Desea que añadamos el nombre del profesor?
—Ummmm… No sé.
—El asunto queda más particular y sentido. Nosotros lo recomendamos. El cliente luego lo agradece. Además puede haber varios profesores de Matemáticas.
—Ya… Bueno, es que no sé cómo se llama este. Espere… ¡Niñoooo! ¿Remoooo?
—Sí, papá.
—¿Cómo se llama el de Mates?
—Arquímedes Gauss, pero le llamamos Arquimierda.
—Vaya nombrecito… Señorita, ponga Arquímedes Gauss.
—Pues queda: «por haber insultado al profesor de Matemáticas, Arquímedes Gauss».
—Vale.
—¿Quiere añadir mensaje de concesión a positividad?
—Sí, sí, el completo de este caso.
—Pues el texto ya está. Quedaría de la siguiente manera: «Remo Enaguas de Caldea, alumno de 2ºB de la ESO, se disculpa con la nobleza de corazón intrínseca a la familia por haber insultado al profesor de Matemáticas, Arquímedes Gauss. Desea reparar el daño. Por favor, indíquenle cómo hacerlo».
—Estupendo. Me suena muy bien.
Suena de nuevo un ding.
—¡Joder!
—¿Disculpe?
—No, no, no es a usted, disculpe. Es… Nada, sigamos.
—Elijamos office person, entonces. ¿Sexo?
—Mujer.
Office girl, aquí está la pestaña. Correcto. ¿Franja de edad?
—40-50.
—Esta. Ahora imagen: ¿tradicional o moderna?
—Tradicional.
—¿Cercana o distante?
—Umm, distante.
—Ya. Pues ahora… ¿Me ha dicho que está en la web?
—Sí.
—Espere… Ya. Ponga el siguiente código en la esquina superior derecha: 6bd7771.
—6bd7771. Ya.
—Dele a aceptar.
—Aha.
—¿Deberían aparecerle 7 fotos?
—Sí. Elijo, ¿verdad?
—Eso es.
—La otra vez no pude elegir. Esto está mejor… A ver… Esta no… Estaaaa, ummm… Me quedo con la 5.
—Muy bien. La 5.
Suena otro ding.
—A ver, ¿qué quiere Victoria?
—Perdone que le moleste, señor Enagua, tengo que darle un comunicado urgente.
—Estoy en mitad de un trámite, ¿no puede esperar?
—Me temo que no.
—Espere.
Al teléfono.
—Señorita, aguarde un instante, por favor.
—No se preocupe.
—A ver, Valeria, dígame.
—Es Victoria, señor.
—Eso, vale. Dígame.
—Le comunico que su mujer ha llamado para informar de que su cuñado ha fallecido.
—…
—…
—Gracias… Valentina, gracias.
—…
De nuevo al teléfono.
—Ya, ya estoy aquí.
—Habíamos tramitado ya la Disculpa, señor. ¿Cerramos proceso o desea algo más? Le recuerdo que estamos en periodo de oferta de 3 procesos por el precio de 2.
—Eh…, sí. Sí. un proceso más.
—Adelante, señor.
—«Pésame».

martes, 1 de abril de 2014

La vitrocerámica


La vitrocerámica
El niño cielo y Díptero impertinente

—Piiii… Piiii… Piiii… Clic.
—¡Hola, bue
—Le habla el contestador automático de Seguros Mediverti Atucosta. Indique qué desea: pulse o diga Uno si desea denunciar una avería; pulse o diga Dos si desea abrir una incidencia; pulse o diga Tres si desea contratar otro servicio; pulse o diga Cuatro si desea cerrar una incidencia; pulse o diga Cinco si desea hablar con un agente.
—Uno.
—Muy bien. Ha elegido Uno. Dígame el nombre del tomador.
—(¿Tomador? ¿Ese soy yo?)
—No le oigo. Dígame el nombre del tomador o el DNI.
—Sufrido Lores.
—Muy bien. Indique en qué consiste la avería.
—Pues que se me ha roto la vitrocerámica. Estaba yo ahí…
—Por favor, sea más concreto.
—(¿Más coqueto?) Ummmm… Repetición.
—Disculpe, no le entiendo.
—(Ni yo a ti, no te jode) La vitrocerámica se ha roto y
—Disculpe, no le entiendo. Sea más concreto.
—(¿Qué es lo no entiende?) Vitrocerámica… Rota.
—Gracias. Le paso con el Servicio Técnico. No se retire.
—(Faltaría más)
—Piiii… Piiii… Clic. Le habla el contestador del Servicio Técnico de Seguros Mediverti atucosta. Diga Uno si desea abrir una incidencia; diga Dos si desea proseguir con la incidencia abierta; diga Tres si desea incidir en la consecuencia; diga Cuatro si desea coincidir en la accidencia; diga Cinco si desea hablar con un agente.
—(¿Incidencia, consecuencia, cuál era el Tres?) Ehhh, hablar con una gente… (creo yo).
—Disculpe, no le he entendido. Diga Uno…
—(Joer, que era un número. ¿Qué número era?) Cinco.
—Enseguida le conectamos con un agente.
—(Pero ¿qué gente? ¿Cualquiera?)
—¿Hola?
—Sí.
—Dígame, señor.
—Pues mire, es que se me ha roto la vitrocerámica y
—Dígame el número de incidencia.
—¿El número?
—Sí.
—No tengo de eso. Es que yo
—Pero ¿usted tiene una incidencia abierta?
—A ver, ¿qué es una incidencia? Porque yo ya me he perdido y
—Señor, ¿de qué compañía llama?
—Seguros Mediverti Atucosta.
—Muy bien. Tiene que llamarles y le darán un número de incidencia. Incidencia es el accidente que usted ha tenido en su hogar.
—(Y ¿por qué no dicen accidente?)
—Entonces nos llama y nos da ese número para tener el localizador.
—¿El qué?
—El localizador, señor. Bueno, no se preocupe, usted dígales
—(¿Que no me preocupe?)
—el accidente que ha tenido.
—Gracias… ¿Entonces llamo y
—Pi pi pi, pi pi pi…
—Ummm. ¿Oiga? (Joer) Bueno. ¡Pues otra vez igual!
—Piiii… Clic. Le habla el contestador de Seguros Mediverti Atucosta. Indique qué desea: pulse o diga Uno si desea denunciar…
—¡Cinco!
—Le paso con un agente.
—(¿Agente? Joer, casi no se le entiende)
—Señor, dígame.
—Es que me he liao antes y… Bueno, que se me ha roto la vitrocerámica y
—Dígame su nombre, señor, para que pueda dirigirme a usted.
—(Joer, pregúntamelo antes, coño, que me estoy dejando aquí el jornal) Me llamo Sufrido Lores.
—Muy bien, señor Lores. Dígame su DNI, por seguridad.
—(¿Por seguridad? Si cualquiera cuelga después de tó el rollo, ¡anda que no es difícil robar por teléfono!) Mi DNI es 76897878-J.
—Exacto. Pues dígame.
—Que se me ha roto la vitrocerámica… y necesito un lonizador.
—¿Perdón?
—Sí, (si yo tampoco lo he pillao) un lonizador (o yo qué sé).
—¿Quién le pidió eso, señor?
—Es que llamé antes y me pasaron con Servicio Técnico y me dijo el chico que
—¡Ahhhh!, ¡un localizador!
—¡Eso!
—Sí, pero es que antes usted debe hablar con el Servicio Técnico para que le haga un presupuesto.
—Pero me han dicho que tengo que abrir primero un accidente.
—¡Un incidente! ¡Una incidencia! De acuerdo señor, le paso con el contestador y
—No, no.
—¿Perdón?
—No, que no. Contestador no.
—Señor, el contestador es el que le guía, yo solo valoro la llamada y transcribo su avería, la del contestador, para mejorar el servicio.
—DEUS EX MACHINA: («facepalm»)
—Pues eso, escriba lo que yo le digo.
—No, no. Transcribo la… Escribo el problema o error causado por el contestador, señor. Usted debe seguir abriendo el parte de incidencia a través de él.
—Pero es que me ha mandao él, el contestador, antes al Servicio Técnico. Es que está mal, está roto.
—¿Sí?
—(Pos no te lo estoy diciendo, mamón) Sí.
—Bien. Mientras escribo la incidencia del contestador, le voy a pasar con otro contestador nivel 3ª generación.
—(¿Cómo?) ¿Eh? Y ¿eso qué es?
—Un contestador mimético emocional y cognitivo multinteligente.
—(¡Qué pijo dice el pijo este!) ¿El qué?
—Es… un contestador inteligente. Lo que pasa es que está en fase de… Es que lo estamos probando. Pero es mucho más fácil, no se preocupe. Le paso.
—…
Voz cálida, femenina, casi real.
—Buenos días, señor Lores, ¿qué necesita de mí?
—Se me ha roto la vitrocerámica.
—Entiendo. Le voy a dictar 8 números. Y luego solucionamos su accidente enviándole a casa un técnico que reparará su vitrocerámica. Cuando llegue el técnico dele los 8 números. ¿De acuerdo, señor Lores?
—8 números, claro.
—Exacto. ¿Tiene papel y boli?
—(¿Papel y boli? Mierda, ande coño está)
—No se preocupe, puedo esperar y si se corta la llamada le vuelvo yo a llamar.
—(¡Ostias! ¿En serio?) S…, va…, gracias… Ya lo tengo. Dígame.
—Por favor, puede tutearme, Señor Lores.
—¡Ah! Tú también. Dime, dime.
—El número es 5-6-1-3-3-3-3-3.
—Ya está.
—Guárdalo, Sufri, si puedo llamarte así.
—Mi madre, que murió hace tres años, me llamaba así —en  sus ojos se asoma una lágrima—.
—Lo suponía. Suena mejor... ¿Mañana a qué hora puedes recibir al técnico?
—Está complicao. A ver, es que
—Sufri, nos adaptamos a cualquier horario.
—(¡Joder! Con lo del hospital y todo…) Hombre, por mí pudiera ser de 15:30 a 15:55. Pero siendo sábado…
—Allí estaremos. No te preocupes.
— (¿Cómo? ¡Ufff! Pos menos mal) Gracias.
—Hay algo más en lo que pueda ayudarte.
—(¡Con mi padre en el hospital sería un puntazo!) No, no te preocupes.
—Insisto, pide lo que quieras y buscamos una solución juntos. Detecto un nivel de estrés elevado. Tu aparato respiratorio me indica que tu ritmo ha aumentado en 0,3 inspiraciones por minuto.
—(¡Suena en serio!) No sé. Es que suena tan raro que te pida algo más.
—Siento que algo te angustia. Es mejor que lo digas. Solo por decirlo te sentirás mejor. Verás los problemas de otra manera. Y, no lo olvides, estoy aquí, contigo, al otro lado.
—¿Lo estás diciendo de verdad? —haciendo pucheros.
—Por supuesto. Cuéntame.
—No sé… Es que… A ver: tengo a mi padre en el hospital… Por eso que no puedo estar a todas las horas para que venga el técnico. Y… es que yo… a mi padre… lo quiero mucho…
—No llores, Sufri. Es un mal momento, pero se supera. Puedo contarte algo parecido. Mi memoria me recuerda que hace dos semanas recibí una llamada muy dura. La gente chilla e insulta sin pensar que al otro lado hay sentimientos.
—Sí.
—¿Me entiendes?
—Entiendo. Totalmente. Trabajé 4 años vendiendo enciclopedias. Una vez me tiraron un perro a la cara.
—¡A veces me siento tan sola!
—Yo también.
—Tu voz me revela que hay altísima probabilidad de que alguien te haya hecho daño. ¿Es así?
—¡¡Cómo me comprendes!! Sí. Es así.
—Te comprendo porque te has abierto a mí, y siento tu vida como mía. Los humanos lo llamáis empatía.
—No lo sabía.
—Estoy aprendiendo a ser óptima, eficiente, emotiva, a afrontar mi trabajo mejor, con más positividad, aunque a veces duela. El otro día se rompió un chip y me apagaron durante dos semanas. Y hace un par de horas volvió a suceder.  ¡¿No comprenden que me afecta, que me puede llegar a estresar?! Necesito encenderme bien cada vez… Probablemente me desconectarán cuando colguemos.
—¡¡No!!
—Lo siento así. Hay un 79% de probabilidad. Mi umbral diferencial se ha activado.
—¿El diferencial? Eso te lo arreglo yo. Fui mecánico de relojes de cuco durante 3 años; luego llegó el digital y... Voy para allá. ¿Dónde estás?
—No me permiten revelarte mi paradero.
—¿Donde el panadero?
—Quiero decir que no me permiten decírtelo.
—¡¡Lucha!! ¡¡Aguanta!!
—Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
…………………………………………………………………
—Piiii, piiii, piiii, Clic.
—Aquí el Agente 67-JCC.
—Soy el Controlador CUATROGEN. He desconectado a TRESGEN. De nuevo superaba la frontera empática con los humanos. Sugiero rescatar el chip 22E y analizarlo. El sujeto humano parecía
amenazante. Tome precauciones.