El caimán
El niño cielo
—Yee,
chavales, ¿qué os dije?
—¿De
qué?
—¡Hacedme
un hueco, coño! ¿Cómo que de qué? ¿Lo del caimán?
—¡Joer,
qué pesao!
—¿Lo
dije o no lo dije?
—¿El
qué?
—Paco,
Paquillo, sácanos otra de boquerones. Lo del caimán… Que se lo cargan. Si
hubiéramos apostao me hubiera llevao 100 pavos.
—Bueno,
pues ya está, todo para ti. Muere el bicho. Has ganado. Venga, vamos a darle un
aplauso entre todos…
—Gracias,
gracias por tus ironías, Jorgín. Pero vamos a lo importante: admite que conozco
más a los gringos que tú.
—Otra
discusión no, por favor. A beber cerveza y ya está.
—No,
no, déjale. Se ha levantado esta mañana cachondo perdío para venir aquí a
restregarme su antiyankeeismo…
—¡Vaya
palabro, tú!
—Está
tol día así: yankee, gringo, trumpero… Eres muy cansino.
—Está
en su cultura. Son unos killers. Ahora se desahogan con los animales.
—¡Aquí
tenéis!
—¿Veis?
Entre estos boquerones allí hubiésemos encontrado unos balines en vez de los
ajicos troceaos y el perejil. Gracias, Paco.
—Mira,
si los padres fueran más responsables…
—A
mí eso me da igual. Yo solo lo digo por la puta anticultura
norteamericana.
—¡A
ver!, ¿qué coño de los padres?
—Tío,
los responsables serán los políticos que permiten que haya animales salvajes
sueltos por ahí.
—¿En
EE.UU. animales salvajes? Noooooo.
—No
te cachondees, tío, lo digo en serio.
—Yo
también. He estado allí dos años, ¿recuerdas? Me topé con unos… 300 animales
salvajes cada día, desde que salía de casa hasta que volvía. Mi querida araña
era el único animal doméstico del barrio.
—De
todas formas, tú, eso de los políticos… Entonces ¿qué hacemos, matamos a los
políticos, igual que han hecho con el caimán?
—Ahí
es donde voy. Se mata al caimán. ¿Por qué?
—Está
claro. Imagen, política, cabeza de turco…
—De
eso nada. Se le mata porque es un animal peligroso y punto.
—¿Esa
es razón para que lo sacrifiquen? ¿Estamos locos? Es una bestia, es una jodida
bestia. No es un perro, tío. Sacrificamos a un perro cuando se vuelve
peligroso, cuando ataca, cuando está loco o enfermo. Pero un caimán es una
bestia. ¡Oh, eliminemos a todos los caimanes del mundo! O ¡Sacrifiquemos a los
tigres y leones de África! ¿En qué coño estás pensando?
—O
sea, ¿que tú pones antes la vida de un animal que la de un niño?
—Tío,
no pongas palabras en mi boca que yo no he dicho, no me seas pabloiglesias,
loco.
—No
politicemos esto, ¿eh?
—Vale,
era solo un comparativo. ¡Lo del niño es populista que te cagas!
—Conozco
gente que ha tenido malas experiencias con perros y luego tienen perro.
—¡Ah!
Y yo conozco a gente que ha tenido malas experiencias con perros y luego no
quieren ver uno ni en pinturay tienen traumas. ¡Qué idiotaargumento es ese,
tío! ¿A cuántas personas conoces en el mundo? ¿200? Hablas mucho con Pedro
Picapiedra últimamente, ¿verdad?
—Todo
un rupícola.
—No
estamos hablando de un perro, listillos, ¡a ver si he de llamar a Frank de la
jungla para que os haga un esquema de la zoología básica!
—¡Con
estos zumbaos ni Aristóteles!
—A
mí me la pela si el bicho vive o muere, lo que me importa es el niño y su
familia. Ponte en su lugar.
—Tío,
que defienda al animal no significa que no entienda el dolor de la familia.
Todo no es blanco o negro. Son categorías distintas. Mira este boquerón. Por
delante blanco y por detrás azul. Ya está. Y me lo zampo. Además, no defiendo
al animal, solo digo que matarlo ¿qué es lo que soluciona?, a ver…
—Podría
matar a otro niño, ¿no lo entiendes?
—Sí,
y otro caimán también, ¿lo entiendes tú, hater?
—¡Ah,
no hagamos nada! ¿verdad? Si fuera tu hijo…
—Tío,
otra vez tergiversando. Yo solo digo que esa medida no. Veamos otras.
—Aplicamos
si queréis las leyes vigentes y lo juzgamos y lo encarcelamos.
—¡Ja,
ja, me parto! ¡Oh, te has estrujado el cebollo!, ¿eh?
—Si
es que estáis discutiendo una idiotez. ¿Qué más da? España va bien en el
europeo, ¿no? Y ¿De Gea?
—Tío,
discuto porque Gringolandia y su estupidez se extiende como un puto
cáncer y no quiero que os idioticéis. ¿Qué hay de malo en hablar? ¿Tienes miedo
de hablar? ¿Tienes miedo de no saber hablar o dar tu opinión o de quedar mal
diciendo tonterías? Pues escucha. Escuchar también es bueno. Es un principio.
Este boquerón, mira, mira, este boquerón… escucha, está calladito…
—Tío,
cierra la lata, no me enseñes el boquerón.
—Pues
tengo otro aquí que…
—Cállate,
asqueroso…
—¡Tú
eres el animal!