El fútbol no
se toca VII
Eva Tacazo y Díptero impertinente
—¡Malos
días por la mañana, Alfonsín!
—Chico,
¡qué triste, taciturno y compungido vienes hoy!
—¿Te
has comío el diccionario?
—No.
Es un título de la prensa que acabo de leer sobre el hijo de la Pantoja.
—Mala
cara traes, Luis ¿Qué te ha pasao?
—Que
qué me ha pasao, Mari Luz…, ¡que me cago en to! Échame un cortaíto fuerte y un
croasán y os cuento, que me quedan 4 minutos, no me da tiempo ni para un
carajillo.
—Te
lo pongo ya.
—Ya
decía yo que era raro que tardaras.
—Escucha.
Salgo de casa. Pum. Ascensor. Pam. Planta baja. Pim. Garaje, coche, arranco tan
tranquilo… Y no sube la plataforma de los huevos.
—¿La
plataforma? ¡Mira que te lo dije, Luis! Es una chorrada…
—¿Qué
plataforma, Luis?
—Es
un ascensor de coches. Que ha cascao… Yo creo que será el hidráulico, el
pistón… He intentao mirar ahí qué pasaba..., tal, esto, lo otro… Y nada. Taxi y
pastón. Y encima tarde. Así empiezo la mañana: cabreao.
—Tanto
pijerío, y después ¿qué? Donde esté una rampa con su puertecita de toda la
vida…
—Si
fue por el espacio. El constructor decía que no había espacio…
—Pues
yo ni rampa, ni ascensor, ni garaje… ¡Que os quejáis de vicio! Ala, aquí tienes,
Luis, cortaíto y croasán.
—Gracias.
—Y
¿te enteraste de lo del fútbol, lo de Atleti?
—Algo
he oído en la radio del taxi.
—¡Unos
sinvergüenzas y unos zumbaos!
—Déjalos
que se maten. ¡Acaso no saben dónde iban!
—Tampoco
es eso, hombre.
—¡Que
los tíos habían quedao antes de los hechos! Opina tú, si no.
—Eso
han dicho, pero dejarlos…, no sé yo… Habría que…
—Sí,
hombre. Yo les construía a todos estos un Ostiódromo. Y que se maten allí…
¿200? Pos 200 animales menos. Y luego que sus familias vayan allí a por ellos y
los entierren si quieren.
—Como
en las batallas de la Edad Media: a reconocer cadáveres y a recoger baratijas y
relojes. ¡Qué triste!
—Así
aprenderíamos. ¿Qué no, Luz?
—Luisín,
Luisín. Eso es muy bestia… Ahora que sale el Wert hace ná en la tele y dice que
los clubes deben tomar medidas. Y digo yo: ¿los clubes de qué?, ¿qué medidas?
¿No dejarles entrar al campo? Eso es un parche que dura un santiamén. La van a
montar igual en bares, pubs, en la calle… Lo que hay que poner son medidas
educativas, ¿no? Digo yo, vamos, que soy un poco inútil y no tengo estudios
pero… pan para hoy, hambre para mañana.
—¿Educar?
¡Eso es para mañana, mujer! Eso ni gusta ni convence al pueblo, que pronto
tenemos que votar. Estos no hacen nada para mañana. Perderían las elecciones.
—Ná,
echar la culpa a otros, lo de siempre, eso sí lo hacen bien y pronto: ¡la tuya
es más pequeña!, ¡tú no sabes ná! Así están tol día estos inútiles.
—Y
no van a la causa de todo, al origen...
—Y
¿cuál es?
—Mira,
yo soy ramplona y yerma, pero me atrevería a decir que hay una ensalada de varias
cosas.
—Como
tú eres cocinera…
—¡Calla
y déjala seguir!
—La
ensalada llevaría inseguros que tienen que estar en grupos para no sentir el
vacío de la soledad; tontazos de nacimiento, que no hay quien los cure; musculitos
acomplejados que llevan años machacándose y quieren probar si ha valío la pena;
ultras de esos que antes llamaban nazis y se dedican a eso, como un pasatiempo;
delincuentes sinvergüenzas... Y ¿qué tienen todos de igual? Necesitan estar con
otros, porque juntos se sienten como arropaos, calentitos, y esos otros son
iguales. Se sienten como si fueran uno solo, y se pasan horas hablando de sus
cosas, de lo que hacen juntos, se acuerdan de esto y de aquello, y se creen
suertudos por ser así, por tener cosas en común. Y luego se ríen de los demás
que no son como ellos… Ah, y lo siguiente es quejarse de los otros porque no
son iguales, reírse de las cosas de los otros, digo, como si les molestasen, a
veces insultarles; y de ahí a darse guantazos poco queda… Van estropeándose,
como todo lo que se come.
—¡Me
cago en tó que me he embobao oyéndote y llego tarde! Nos vemos. Luz, ahí te dejo
esto, cóbratelo y pal bote. Alfonsín se paga lo suyo.
—Oye,
Luis, y ¿el cumpleaños de esta tarde?
—Sí,
sí. Pasa a por mí y recogemos a tos los chavales, como habíamos quedao…
—¡Enga!
Muchos
papeles, acuerdos cerrados, visitas comerciales y llamadas perdidas y saliva,
mucha saliva gastada después…
—Bueno,
chiquilla, aquí te traigo a toa’esta tropa.
Un
autobús de niños galopa y se agolpa fiero y sanguinario hacia la zona de
juegos: bolas de colores, toboganes de colores, camas elásticas de colores y
gomaespuma de colores en las paredes y en las botellas de agua. En otra, zona de
videoconsolas. Más allá, tocadores rosa, sillitas reales rosas, vestiditos
monísimos en diferentes tonalidades de rosa, bolsitos divinos y demás
accesorios pensados exclusivamente para gustar.
—Muy
bien. ¿El nombre del grupo?
—¿Eh?
—Ummm.
Dígame su nombre.
—Ah,
no… Llamó mi mujer. Mire a ver por ahí si pone Josefina.
—Aquí
está. Pues nada, pasen los adultos a la cafetería y ya está. Se los devolvemos
dentro de una horita para la merienda.
—Ah,
nosotros subimos, ¿verdad?
—Claro.
Nosotros nos ocupamos de todo.
—Sí.
A mí me lo dijo Lola. Se encargan de todo, Luis. Vámonos pa’rriba.
Plato
de mejillones en lata y 6 cervezas más tarde…
—Míralos…
¿Tú te acuerdas de nuestros cumpleaños?
—¡Hombre!
Muy diferentes.
—Sándwiches
de jamón, nocilla, olivas, queso, patatitas de bolsa…
—Tarta
de tu madre, de almendra de la buena, casera, cogida del campo, ¡que mordías y
te metías unos tropezones de almendra…!
—Y
el bizcocho con sus hormiguitas de chocolate… Ummmm.
—Y
al soplar las velas todos reunidos, con la emoción de ver cómo se apagan, o si
había que ayudar a soplar. Todos queríamos que ese fuera nuestro cumple.
—A
veces mi madre hacía también unos creps caseros con chocolate Valor a la taza. ¡Buah!
—¡Ya
ves!
—¡Y el
reparto de juguetes!
—Todos
eran especiales. Supongo que no era tan normal tener regalos cada día.
—Nos
hacía mucha ilusión.
—Y
lo mejor era el después: a jugar al fútbol, estriar los equipos con la emoción
de quién irá contigo y poder elegir al mejor.
—3
horas de partido.
—Hasta
que se nos cayera el alma.
—Y
¿te acuerdas de cuando jugábamos a pillar en el salón pero con las luces
apagadas?
—Sin
que nos vieran los padres…
—Claro.
¡Vaya guantazos que nos dábamos unos con otros!
—Acuérdate
de El mellao, que le pusimos el mote porque se partió los piños de delante
jugando.
—Ya
no me acordaba. ¡Vaya piezas! Lo que me reí ese día.
—Bueno,
a él no le hizo tanta gracia. Desde entonces las pipas las tenía que comprar
peladas…
—¡Qué
buena juventud la nuestra!
—…
Respiración
profunda.
—Y
mira estos.
—Ni
punto de comparación, hombre.
—¡Hamburguesas,
perritos, pizzas…!
—¡Patatas
fritas congeladas!
—Y
la tarta esa de chocolate…, que es prefabricada, como digo yo. Estaba seca. Eso
no es comida de verdad.
—¡Qué
va…! Y cuando han entregao los regalos… Todos ahí como salvajes a abrirlos. Los
abrían y ya está. Tu hijo no hacía ni caso a ninguno.
—Sí,
lo he visto. Y uno ha cogido la metralleta esa de luces, ha disparao, ha visto
la luz y el ruido y ya está. La ha dejao tirada y a otra cosa.
—Y
todos cogiendo los regalos del chaval… Y él no cogía ninguno, o sea, cogía uno
y lo dejaba, y a otro. Y ahí se han quedao. ¡Ala, a jugar a las pelotas estas
que no sé pa’qué valen!
—En
vez de jugar al fútbol y… Joer, deporte físico…, contacto, te haces fuerte,
haces compañeros pa’toa la vida, compites, te esfuerzas…, ehhh…
—Te
superas.
—Te
superas. Si se lo digo yo.
—Ellos
qué deporte hacen… ¿Playstation?
Míralos, enganchaos ahí a una pantalla y a un cable, sin cosicas de verdad.
—Sin
roce, sin toque…
—Sin
ducharse luego juntos.
—Sin
sudar. Apretando botones…
—No
son héroes. Luego no saben jugar al fútbol de verdad, solo en la maquinita.
—Que
además es mentira, que la máquina hace cosas de Óliver y Benji…
—Y
¿las niñas? Míralas ahí maquillándose, poniéndose zapatitos rosas…
—Despertando
celos de una a otra por ver quién es la más guapa.
—…
—Esto
es una mierda de cumpleaños.
—Yo
porque me lo ha dicho Josefina, si no yo aquí no vengo a celebrarlo.
—Mira
esas madres orgullosas sonriendo por ver a sus hijas de pasarela…
—Si
acaba mi Luisito con una de esas niñas lo mato. A él y a la niña.
—Y a
la madre.
—…
—…
—¡Qué
de sinrazón!
DEUS
EX MACHINA: ¿No nos damos cuenta de que los tiempos cambian? ¿No sabemos o no queremos adaptarnos? ¿Por qué necesitamos exaltar lo nuestro? Es más, para exaltar lo
nuestro ¿por qué necesitamos despreciar, negar y rechazar lo de los demás?
¿Acaso la Ilustración nunca pasó por nosotros? ¿Acaso doscientos cincuenta años
después cada nueva generación juega a asesinar a Esquilache?¿Seguro que somos
muy distintos de esos hinchas o es que no se ha encendido la mecha necesaria?
¿Vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio? ¿Todo esto es producto
de la socialización? ¿Es necesario hablar?