martes, 31 de enero de 2017

Pantoja


Pantoja
El niño cielo


—Anda, Cipriano, ponme un cafetillo y una madalena, guapo. ¡Que menos mal que eres guapo, condenao, porque con ese nombre…!
—¡Has venío acelerá con el Cipriano! ¡Le has dicho de tó en dos palabras!
—Lo malo y lo bueno, se dice tó.
—Eso te deja sin amigos.
—Me sobran… ¿Viste anoche a mi Panto?
—Por desgracia, sí.
—¡Sin faltar, mameluca, que mucho he tenío que esperar pa verla! ¡Está en forma!
—¡Ah!, pero ¿tú eres pantojista?
—Y andaluza. Tanto monta, monta tanto.
—O sea, que todos los andaluces son pantojistas.
—Y el que diga lo contrario miente.
—¡Mira, si hablas igual que ella! No me había dao cuenta hasta ahora.
—Que yo lleve años fuera de mi tierra no me va a hacer cambiar ni olvidar mis raíces.
—¡Bravo, cosmopolita!
—Lo que uno es… no lo cambia la tierra.
—Pero sí lo da, ¿no? Bueno, ahora que dices eso… Yo esperaba que hubiera cambiado, la verdad, que la cárcel la hubiera hecho más humilde…
—La sangre es la sangre.
—Ya lo vi… teatrera fue y teatrera sigue.
—Cipriano, ponle a esta jabón que se tié que enjuagar el morro.
—Me esperaba una disculpa a los andaluces a los que robó, o a los que robó su chulo bajo su conocimiento.
—¡Tú qué sabes de las personas y del amor y de esos dineros! ¿Tú estabas allí? Lo juzgáis todo sin saber.
—No…, ¡lo vas a saber tú antes que un juez! Yo no sé si a los pantojistas os paga o qué, pero que ella es una bruja soberbia y desde hace poco una choriza, ¡eso está claro!
—¿Soberbia? Amos hombre, envidia la tuya y la de tu gente que echa lagartos por la lengua…
—¡Parece que estemos por desencadenar una guerra civil! ¡Relájate, que te va a dar algo! ¡A ver si vas a hacer como el trampantojo americano este y vas a destituir al juez! ¡Anda mira: tram-pantojo! ¡Si es que son iguales, unos manipuladores y unos falsos!
—¡Enferma vas a caer!
—Cipriano, a ti te parece normal que entra una llamada de teléfono de su hijo, el del chándal, el riverita, y se me pone a llorar la muy dramática. ¡Pero si lo has visto hace dos días! ¡A los óscar nominada ya! Es una profesional de la manipulación. ¡Vamos, manipuló hasta al presentador! Que yo comprendo que la cadena ayer iba a hacer el agosto y había que tratarla bien porque eso vende y garantiza el futuro, pero ¿ni una pregunta sobre sus delitos a una delincuente…? ¡Contratito y blanqueo de imagen o buenismo interesado!
—¡Mira que eres mala…! ¡Si algo hizo, pagado está! Nosotros lo sentimos pagado, ¡y con creces! ¡Tú qué tienes que decir, si no eres ni andaluza ni jueza!
—¡Lo mismo que tú con el Rajoy y los suyos!
—Eres una retorcida.
—Tú eras la de «Lo bueno y lo malo», pero ya veo que a falsa no te gana nadie… Cipri, ¡qué lágrimas, qué juego con las letras! ¡Lleva toda la vida jugando a lo mismo! «Yo no escribo esas letras», dice, la muy… cínica. «Yo ahora quiero ser feliz», sí, y ¿la mujer del presidiario crees que tiene derecho a ser feliz?, ¿eh?
—Pero si esa se los ponía doblaos, doblaos… Ese matrimonio estaba roto. Isabel esperó a que él diera el paso, como una señora, pero era un sinvergüenza y la engañó. ¿Tú qué sabes?
—Cipri, vio un ramo de flores en el público y paró al presentador pa ir a cogerlo y darse un baño de masas…, pa provocar más emociones…, ¡Una populista es lo que es! «¡Lo he pasado tan bien, que quiero volver más veces!», nos ha jodío la intensa, a llevártelo crudo, ¿verdá? ¡Cómo va preparando el terreno, la muy ladrona! ¡Mira si es lista!
—Cipriano, en esta barra no cabemos dos como nosotras. Esto hay que zanjarlo.
—No tienes lo que hay que tener…
—Tú no sabes cómo disparan mis dedos, te puedo depilar el bajo con dos balas.
—¡Cipri, los revólveres!

martes, 3 de enero de 2017

Espacios y medidas


Espacios y medidas
El niño cielo

Esta mañana no trabajaba, así que me acuerdo de que necesito un chándal y, ¡ala!, a un centro comercial. Preferí andar; los autobuses cada vez tienen menos espacio.
Pasé por un bar que debería llamarse El peor bar del mundo, pero quién soy yo para ponerle tal aberración. En la acera había dos tipos, en esa ventanilla cerca de la entrada que ahora está de moda porque dentro no se puede fumar. Uno venido a menos le decía al otro:
—Y por eso ya no puedo jugar más. Alargué, alargué…, y ahora me tienen que quitar el menisco. A los futbolistas nos pasa eso…
A lo que yo añadía en mi cabeza: «Y por eso no me fichó el Madrid. Pero los colegas son los colegas y yo seguía jugando con un poco de dolor. Me llamaban, ¿sabes? Y ¡qué voy a decirles!».
Llegué al centro. Y no sé si se han dado cuenta ustedes pero los espacios son muy reducidos. Va uno al váter y tiene que maniobrar para poder cerrar la puerta y quedarse dentro del váter. Y luego otra maniobra estratégica para desabrocharse sin darle un codazo al continente del papel higiénico que es más grande que el inodoro, por cierto. Por cierto, no suele haber percha. Ni jabón. Cosas básicas, fundamentos, principios.
Luego fui a una de las tiendas. Entro al probador y, adivinen, no hay espacio ni para uno. Solo hay para medio… Y yo soy delgado.
Ocurre lo mismo con los restaurantes —por llamarlos de una manera que se acerque a la realidad— de estos que son modernas franquicias y sus mesas: si pide usted una botella de agua o refresco va bien, la botella y sus brazos caben en la mesa; pero como se le ocurra la audacia de, no sé, pedir algo de comer para acompañar al refresco… Creo que me entienden.
Fui a otra tienda y cuando abrí el probador, ¡sorpresa! ¡Aquello no era un probador, era un camerino! ¡Qué digo un camerino, era un barco! Ya saben ustedes lo que pasa cuando a uno le dejan espacio: se siente uno cómodo, mira alrededor y puede ver, puede alcanzar, se encuentra bien, tiene la cabeza despejada para pensar si las medidas, digo la ropa, es viable… Porque sin espacios uno se acogota.
En fin, me volvía a mi casa por el mismo camino después de un par de horas. De repente paso por el peor bar del mundo, ¿recuerdan? Y allí seguía Messi, solo que ahora era otro el que aguantaba sus sermones omniegos:
—Yo me miraba el tatu de perfil, aquí —señalándose el hombro—, que es donde más guapos quedan, y flipaba. Yo te lo recomiendo. El tatu se tiene que llevar de perfil.