Los
auriculares o La realidad
El niño cielo
El
materialismo en exceso, como casi todo, es muy malo. Pero no me negarán que las
cosas tienen cierto valor. Hay cosas que aparecen en nuestras vidas como algo
fresco o divertido; hay cosas cuyo valor desconocemos hasta que son creadas y
puestas en nuestras vidas. En estas veo yo los auriculares.
Resulta
que decide uno caminar por la realidad: puede uno ir a por el periódico, al
estanco, al súper, a por sus hijos al cole, al banco —la cosa se va poniendo
cada vez más bonita—, al examen de conducir o B1 de inglés… En un momento dado
puede echar de menos unos auriculares. Escuchar la música que a uno le gusta en
ese momento dado puede salvarnos la vida. La realidad es demasiado insoportable
para prestarle toda nuestra atención, así que uno puede decidir libremente
ponerse sus canciones favoritas, incluso tararearlas aunque le miren a uno por
la calle —escuchar a Robe «Carne y hueso. Se muere el mundo de hambre
alrededor», en La ley innata—:
—(Mira
el flipao ese).
—(¡Qué
miras, infeliz!)
Puede
dejar uno de pensar que en su trabajo ha oído noticias de que pueden cerrar y
empezar los despidos, por ejemplo. Cuestionaba Millás que alguien pudiera soportar
el 100% de realidad, decía que por eso nos engañamos y aceptamos o nos gusta
que nos engañen en aproximadamente un 30%. Después de observar un poco parece
que la realidad crece en su«insoportabilidad». ¿Qué tal si añadimos un
porcentaje más de evasión?
Cuando
uno camina a por el periódico, al estanco, al súper…, puede uno encontrarse,
por ejemplo, con una joyería que cierra, con un salón de juegos que abre, o con
un local que está en obras. Mira uno ese local y piensa que es otro negocio que
cerró. Otro mira ese local y piensa que es otro emprendedor que surge y se
arriesga. Hay también quien mira ese local y ve que hay una inversión alta en
levantar un barra de bar, en mesas, en albañilería y fontanería para un baño de
minusválidos. En último término está el que mira y ve el fracaso de un negocio
anterior pero que se ha transformado en lucha y ganas para no rendirse y
decirle a la vida «Basta»; ve que está uno ahí mirando cada detalle, la zona
del negocio, el tipo de gente que habita, preguntándose si sepia o calamares,
si mantel de plástico, de tela o de papel, si televisión, si internet, si periódico
a diario, si un camarero, si el menú a 9,95 o 10,95, si postre, si camisa
blanca.
Entonces
acaba la canción, pero empieza otra.