Mamá, quiero unos globos
Eva Tacazo
—Mira
esto que pone aquí: «La Asociación Americana de Psiquiatría
nos ha advertido de que introducimos a las chicas a una edad muy precoz en un mundo
adultamente sexualizado».
—¿Lo
dice por las tetas?
—Chssss.
¡Que te van oír!
—Bueno,
vale. ¿Lo dice por las glándulas mamarias, los pomelos, los globitos?
—Sí…
Eso y más. Pero eso.
—Bueno,
es normal.
—¿Normal?
—Normal
que nos adviertan, digo.
—¡Ah!
Es que… creo que tienen razón los americanos. Mira, yo me acuerdo de un
peliculón: Pequeña miss sunshine…
—Sí,
la de la niña gafúa…
—Sí,
esa. Pues alucino con los padres así…, que existen ¿eh? Y América los exporta:
como la comida basura, abusar de la gente en la sanidad privada y las películas
absurdas y tan educativas y abatibles de adolescentes. Son esos padres que
acompañan a esas niñas de 8 años a concursos de belleza a los que aquellas,
mamás ultracompetitivas y aburridas, las apuntan, acompañan, empujan…
—Sí.
Y crean en las jovencitas miedos, inseguridad, estrés, competitividad insana,
arrogancia, prepotencia…
—Superficialidad…
—Sí.
Todo eso… Imagina que con 20 años una de esas niñas se rompe una uña antes de
una entrevista de trabajo.
—Es…
—Enfermizo.
—Hombre,
no te pases ¿no?
—Las
mamás quieren vivir a través de ellas lo que no pudieron o desearon: ser el
centro de atención, satisfacer su ego y orgullo, superar sus complejos, sus
arrugas y sus michelines.
—Enfermizo.
—Bueno,
no sé si enfermizo. Pero si lo han dicho los psiquiatras es que algo de eso
tiene que haber.
—¡Niñas
de 8 años maquilladas, exigiendo un pelo perfecto, poniéndose ya postizos si
fuera necesario, o extensiones!
—Aprenden
a no aceptarse a sí mismas. Camarero, una tila.
—¿Tila?
—Hum.
Estoy a dieta.
—En
fin, les baja la autoestima, se reduce el autoconcepto, se cierran a la
amistad, porque todo es una competición en la que un pelo mal colocado es una
tragedia.
—8
años. Y se contonean en una pasarela recibiendo vítores, flashes, premios de
belleza, regalos de los patrocinadores…
—Refuerzo
de la familia si ganan y castigo si pierden.
—Normal.
—¿Normal?
—Somos
una sociedad que refuerza, sobrevalora y exalta la sexualidad. Normal, digo, en
esta sociedad. La mujer sabe que tiene una falsa sensación de poder que no
tiene el hombre. Y ese poder se puede usar para beneficiarse de una situación,
por necesidad, digo. Tienen las de ganar en cuanto al uso del atractivo físico.
Al entrar en la adolescencia, creo yo, se dan cuenta de que dos tetas...
—¡Eh!
—Dos
globos tiran más que dos… Joer ahora no me sale la rima.
—Ya.
Ya. Se van obsesionando con eso. ¿Quién es la triunfadora entre los animales
masculinos? Claro. Ven que esas adolescentes dominan la situación, controlan,
las miran…
—Y
como no educamos en nada más o no potenciamos otros aspectos… No digo ya
valores, sino unos ojos bonitos.
—¿Qué
dices?
—¡Qué
digo! Si usan lentillas falsas ya…, de esas de colores. Joer, un día de estos
me ligo a una y se pone a quitarse pestañas, lentillas, uñas, maquillaje, el
wanderbrá ese, taconazos...
—Culobrá,
extensiones…
—Joer,
me he quedao dormido en la cama.
—Ya.
—Algunos
hombres también, todo hay que decirlo.
—¿Wanderbrá?
—No
sé, pero culobrá sí. Y más cosas.
—Prefiero
no saberlas.
—¿Recuerdas
hace tiempo una revista, creo que era la Vogue,
que puso en portada o dentro unas fotos de unas niñas de 8 o 10 años
maquilladas como modelos adultas?
—¿Es
americana esa revista?
—No
lo sé.
—Bueno,
no toda la culpa será de ellos…
—No,
claro. Realmente no sé si es de ellos, del sistema, de los padres, del colegio…
No sé.
—Ya.
—Ahora
las madres regalan a sus hijas por cumpleaños unas… globos. Aunque creo que a
partir de 16 años pueden sin que consienta un padre.
—¿Crees
que un padre consentiría antes?
—Pues
sí, realmente sí. ¿Recuerdas a Sicio?
—Sí.
—Pues
operaron a su hija de 12 años porque se le metió en la cabeza que tenía las
orejas grandes o no sé qué de la nariz.
—Baja
autoestima, complejos. Lo que hablábamos.
—Pues
que vaya al psicólogo, entonces, a un experto estético, yo qué sé. Lo otro es
muy agresivo. Se les enseña urgencia, impaciencia, descontrol de las emociones,
nada de esfuerzo por superarse ni aceptarse.
—Es
a lo que vamos, ¿qué más da?
—No,
si yo no estoy en contra de la estética sino de la urgencia. No estamos
preparados tan temprano… Ya verás lo que da. ¿Crees que esa niña va a aprender
a ser feliz o a dejar de sentirse fracasada cuando la vida se le vuelva un
pelín en su contra?
—Aprenderá.
—Aprenderá,
pero tarde, cuando haya otras dificultades en su vida. La edad de aprenderlo es
hasta la adolescencia.
—Se
aprende siempre, tú.
—Sí.
Pero la mayoría hacia los 18 baja el aprendizaje en torno a un 80% de media.
Creo que lo leí a la Punset.
—Aprenderemos.
—¿Nosotros?
—Hum.
—No
creo. Solo nos adaptaremos. Y ya sabes…