domingo, 23 de febrero de 2014

El matrix y el teatro


El matrix y el teatro
Espe Or

El matrix egódoxa va al teatro y aplaude durante las escenas porque quiere y puede —como el hombre de negro—, que para eso es el matrix egódoxa: «¿Quién me va a decir a mí cuándo aplaudir? ¿Eh? ¡Que te caneo!».
La situación de un actor en una obra de teatro no es baladí, sobre todo si está empezando. Los nervios, la presión de hacerlo bien, el respeto que impone amar una profesión… Y las primeras veces sentimos cierta inseguridad. Todos recordamos alguna vez el primer día de trabajo, incluso el primer año. Y si uno cambia varias veces de trabajo, de espacio, de ciudad… puede darse el caso de que «el efecto del primer día» se perpetúe. Para cualquier actor cada día ha de ser el mejor día. Cada día. El contexto, mi circunstancia, influye y determina.
Cuando vomitamos un examen es similar: basta que alguien hable o juguetee con el lápiz para que nos desconcentre.
Además hay algo en el arte —y el teatro lo es— difícil de explicar y que es mejor sentir: entre autor-obra-público hay una relación sensible, una conexión sensitiva y emocional, un lazo que atrapa y une, un vínculo por descubrir. Pero es tan sensible que necesita concentración para ser captada. Y cuando se produce, cuando el lazo te envuelve y te rodea, ya no quiere uno desprenderse de ese sentimiento.
Se necesita cierto grado de empatía.
Al teatro, como al cine, no se va a aplaudir cuando a uno le apetece porque haya oído un chascarrillo o porque se haya emocionado con el monólogo de Medea. El aplauso, como las notas finales, si es merecido se hace al final.
Pero claro, cómo explicarle al matrix egódoxa que «aunque a ti te guste o sea más cómodo para ti comer enseñándonos el galillo entremezclado con la ensalada y los macarrones en un pulso entre convertirse en rojo o verde o marrón al caminar hacia la entropía, los demás, tus siervos, no tenemos por qué regurgitar tras sentir la angustia que nos provocas».

viernes, 21 de febrero de 2014

El justificante


El justificante
Eva Tacazo

—Está todo muy mal… Atiende: Kiev: ¡15 manifestantes muertos!
—Benidorm: primera multa por no recoger caca de perro.
—Civiles armados levantan barricadas en Caracas. El Banco Interamericano de Desarrollo revela que adolescentes latinoamericanas se quedan embarazadas como vía de escape a la escuela.
Facebook compra What’s up. Pilar Eyre no ve futuro entre El príncipe y Letizia. A Calatrava se le “caen” sus obras. ¡Rosa Benito internada en el psiquiátrico!
—Muy mal, muy mal…
—Poh… Te relato una situación.
—Hum.
—Te para la policía y vas a llegar tarde al laboro. ¿Qué haces?
—Largarme no, desde luego.
—¡Joer, está claro! Vengo a referirme a que si tu jefe no se lo cree ¿qué?
—¿Que no se lo cree?
—¡Hombre! Una vez sí. Pero imagínate tú por un casual que se repite: «Me ha vuelto a parar la policía», porque los currelas siempre hacemos el mismo recorrido.
—Ya. Quieres decir que cómo lo justificas para que no dude y te tiren a la calle, ¿no? Caso hipotético.
—…
—Pero si ha sido por el despertador, por ejemplo, o porque el niño orquesta te da la mañana ¿llevas un justificante acaso?
—No, pero eso son circunstancias individuales, internas al devenir de uno. Yo te hablo de cuestiones societales en las que un portador-de-la-placa-mantenedora-del-orden-público-y-coercitiva-del-pensamiento-libre decide hacerte el alto con mano arriba y a la izquierda: «Los papeles».
—Pues no sé. ¿Es que le vas a pedir un justificante al «picoleto»?
—Yo no lo veo tan absurdo. ¿Acaso no lo pides por ir al higienista dental o al asesor de imagen o a un examen de inconsciencia?
—Sí, pero es que aquí el acto es sorpresivo, espontáneo, abatible; no lo decides tú. ¡Habrá diferencias!, ¿no?
—¡Que no soy tonto, hombre! Ya sé que es diferente. Pero también es espontáneo que un paciente cristiano de pro salte de la cama preso de un brote esquizofrénico porque crea que tú eres Nerón y quemaste y torturaste a su familia tras el incendio de Roma y te muerda la oreja. ¿Y qué? Pos vas al médico y
—O sea, allí mismo.
—eso, y ya está.
—¡Es que vaya tela con el ejemplo!
—Tú ya me entiendes.
—Y ¿te atreverías tú a pedirle un justificante?
—¡Vamos! Son funcionarios del Gobierno para el pueblo. Sería su deber.
—Pero también son autoridad. ¡Y con libretita!
—¡Y con pistolitita! Pero es que… A ver: ¿qué me van a meter una multa?
—Sí. Pero no porque sea su intención, sino porque «Sí, señor. Aquí está. Con gusto le indico que este papelito le va a servir a usted como garante y justificante sin ningún género de duda: fecha, hora, lugar, incidencia, importe, número de identificación de mi placa-mantenedora-bla-bla-bla… Lo tiene todo. Y si no le sirviera, pásese otra vez por aquí, si tiene cojones».
—Tampoco hablan así, chico, ¡qué irónico!
—¡Si Larra levantara la cabeza…!
—¡Oye, mira la Esteban!: Va a ver a una médium y le dice que el Jesulín no quiere a su mujer tanto como la quiso a ella. ¿Qué te parece?
—Que el dinero lo puede todo.
—Hum… Y ¿cuánto le ponían de multa al del perro?
—150 euros.

viernes, 7 de febrero de 2014

Ética, estética y patética


Ética, estética y patética
El verdugo de los mendrugos


Que Kiko Rivera, Riverita, no es un defensor de las formas no resulta un secreto difícil de ocultar, ¿verdad? No, no. Por favor, no os quedéis en la superficie, no voy por ahí. Es cruel juzgar a las personas por el físico, cada uno hace lo que puede. Lo verdaderamente importante es el interior.
Y ¿qué es el interior? Bueno, en el caso que nos ocupa no sabría por dónde empezar. Y no, por favor, insisto en que no lo digo porque podría perderme en el interior de Kiko. Espero que nadie confunda el mensaje por la mala elección de mis palabras. Por interior entendemos —más allá de lo obvio— lo central, nuclear, significativo, alejado de la periferia. Así que el interior parece algo sustancial, notable. Incluso me han dicho que la tercera acepción del DRAE apunta: “Que solo se siente en el alma”. ¡Wow! ¡Vaya frase!
Tan destacable es el interior que recuerdo la letra de aquella canción extremeña, «Esclarecido», en la que Robe golpea: «¡Críticos rajaré! ¿Pa’qué? Pa verles por dentro. A ver si puedo comprender qué coño es el talento»; «¡Voy a rajar a un juez! ¿Pa’qué? Pa verle por dentro. A ver si puedo comprender por qué soy tan ratero». La cosa es capital. Nos dice Robe con su filosofía castúa y natural que la única verdadera forma de entender es acudir al origen, al centro, al núcleo, al interior, al étimo, en una hipérbole —o eso espero— que alguna vez quisiera hacer realidad.
Tan importante como el interior es el exterior. Así al menos lo ven los equilibrados clásicos. El arte clásico, símbolo de belleza universal —en tanto que estética—, confía en el equilibrio interior/exterior o contenido/forma o significado/significante. O sea: hay cuerpos buenorros con los que pasear y no ir nunca al cine ni comentar un libro; hay mentes realmente «frungibles», pero que sea en la oscuridad de una caverna; y, por último, la gracia de saberse afortunado por tenerlo todo en su justa medida, sin que sobre, sin que falte.
¡El exterior, Kiko! No, no. No digo que Kiko Rivera sea «solo» exterior. Estoy gafado con las expresiones, ¿eh? Digo que el exterior está ahí, en nuestras vidas, como parte tan natural como cualquier otra. Y de hecho hoy lo cuidamos mucho. ¿Crees que tú no le das importancia? Cualquier chavalín de 15 años flipa cuando se publica un listado de las chorbas con las que «has frungido», con las que incluso más de uno se ha tocado, de cerca, quiero decir, o sea, que han coincidido por ejemplo en un paso de cebra en la calle —y lo de cebra no lo digo por alguna de ellas, que son muy monas, es un recurso formal; si hubiese dicho «cebras» sí. ¡Una sola «-s» lo que cambia!—. La pregunta sería: ¿al invitarlas a casa a ver tus tigres —vaya fauna— les veías por algún agujerito del escote el peazo corazón bombeante de emotiva sangre roja y entusiasta honestidad —templo sagrado— o te quedabas en el neumático que te transportaba a esa sensación de ternura y calma que te daba tu mamá?
¡Oh, la forma!
Pues sí, majo, las formas importan. Importa amar. Pero también importa no ir dejando hijos por los hospitales como cadáveres en una guerra —aunque solo lo hagas por Gallardón—. Sobre todo porque uno después resulta que quiere darle consejos a su hermana pequeña o a un higienista dental. ¡Y no quiero ponerme «estupendo»!, para eso ya está Max. Solo digo que lo de fuera importa para que no nos hagamos la picha un lío. Y lo de la picha tampoco lo digo por eso que estáis pensando, yo no le voy a decir a Kiko que se haga nada ahí abajo, ese no es mi estilo. ¡Estilo! ¡No me creo que no lleves un cochazo! Sí, hombre, pa’ligar. Llevarás un buen motor y una buena carroza. Pues eso: dentro y fuera.
Porque llamar «imbéciles» a los demás es de ser un tío con estilo, de buenro. Resulta fácil llamar imbécil a alguien y no caer en la cuenta de que uno puede estar en algún proceso acusado de plagio musical —yo no digo ná—; y no sería así de haberse preocupado por ser original, o sea, por las formas. Y eso de andar pareciendo lo que no eres…, ¿no ves que también son las formas? Sí, hombre, por eso de que vas por ahí con que si trabajas mucho y tal, cuando llevas dos días trabajando, como quien dice, y te lo has pasao sin dar un palo al agua. Aunque sin quererlo —leitmotiv de tu vida— puedes ser un innovador, un vanguardista: estoy convencido de que los tatuajes en menos de 24 horas serán: «hamor de madre» o «prefierro morír depié k vivír derrodiyas». ¡Y no pasa ná! esmás, ¡tanim portantes el cón tenido en tú vída kespero cón ánsíass ell diaqe te ma tri cules en Filo-Sofía. ya mamé. y yo tam bién.

sábado, 1 de febrero de 2014

El fútbol no se toca III



El fútbol no se toca III
Eva Tacazo

Hospital. Cama. Tarde. Unos ojos rasgados se desperezan. Una boca osada mastica cacahuetes y palabras a ese cuerpo turbado y aún dolorido.
—Y ¿qué tal el trato?
—¿Cuál?
—Pues el de aquí. ¿Has notao los recortes?
—¿Tú crees que estoy pa eso? Me pinchan, me rajan, me embuchan y ya está. No pregunto.
—…
—Anda, dime quién juega esta tarde a ver si me salgo de mí mismo.
—Te lo susurro porque eres tú, pero tu mujer me ha prohibido que te hable de fútbol… El Sevilla lo echan a las 23:00.
—¡Cago en to! ¡Tú te crees que…! Ni un enfermo en aras de la muerte puede ver a su equipo como último deseo antes de expirar… Ponme un vaso de agua que la saliva se me ha teletransportado.
—Sí… No sé. Yo veo que se pide el indulto ya como el que pide un aeropuerto para Castellón. Está de moda esto de pedirlo, ¿no?
—¿De qué hablas?
—Chico, de Del Nido, tu expresi del Sevilla, que ha solicitado el indulto… El otro día daban datos en la tele, en el programa este de los domingos por la noche…
—Está caliente.
—¡Eh!
—El agua, que está caliente.
—¡Ah! Pues era algo así: Francia, cero indultos en el último año; Gran Bretaña, 1; España, ciento cuarenta y siete. En El País pone que la media al año está en 300. Y si no en el 2000, que se indultó a 1300 porque era nuevo milenio, dijeron.
—Joer… ¡Vaya dato!
—Demoledor.
—Toca el botón ese.
—No sé muy bien qué significa ni cómo se analiza, pero es demoledor.
—Hombre, Francia y Gran Bretaña siempre han sido referentes. Mira Francia con el IVA cultural.
—Sí… Huele mal.
—Habitaciones de hospital, ¿qué quieres?.
—Digo lo de los indultos. Estiércol puro. ¿Es que no habrá intereses abatibles ahí escondidos? Creo que el indulto tenía la razón de ser en la conveniencia pública y como algo excepcional; en que si condenamos a alguien por algo que se consideraba delito, imagínate… un médico que practicó un aborto cuando era ilegal, y pasan unos años y ya se cambia esa ley, pues el tipo puede solicitarlo. ¡Pero es que ahora se solicita antes de que el tío entre en la cárcel! Y será así porque pueden, no digo que no. Pero no sé si eso es normal: te pillan robando y a los 2 meses quieres que te indulten… ¿por qué? Y, claro, si encima lo solicita un partido y el juez está ahí por algo…
—El juez está ahí por mérito propio, no por color. No metas a todos en ese bote.
—A todos no, hombre, pero algo habrá… Y ¿por qué pide el indulto alguien? Es que no entiendo qué fuerza moral le lleva al Del Nido este, por ejemplo, a pedirlo.
—…
—Este es un listo: «¡Sergio Ramos no se vende!», «¡Dani Alves no se vende!»…
—Bueno, su gestión económica fue buena, eso no se puede negar.
—¡Y tanto, mira dónde está!
—Eso es demagogia… Anda, toca otra vez el botón. O no hay nadie o no lo oyen, carajo… A ver, lo del indulto es complicao. Si tu hermano hubiera asesinado ¿tú no lo defenderías…?
—No.
—¡Ya, habría que verlo! Dame el mando. A ver a quién entrevistan hoy en el Sálvame.
—Yo creo que no… Creo que salía el jinete, Escassi.
—¿Jinete? Es casi jinete. Vamos, no me hagas reír… Y dices que no porque no te ves en la situación: tus hijos, tu familia, piensa que todos tenemos derecho a equivocarnos, a estar en un mal momento, a que nos vaya mal…, y a veces uno está con la cabeza vete a saber dónde.
—Ya. Ese es el problema: que aquí lo perdonamos todo, y todo no se puede. «Oh, es padre de familia», «Oh, su mujer está destrozada», «Oh, se ha arrepentido y lo ha devuelto todo»… Y ya está. Perdonado. Ha llorado. Su mujer también. Sus hijos lo abrazan. Él va a un plató para explicarse y disculparse y ya está. Como Mario Conde. El tío se pasea por los platós diciendo que se va a presentar a presidente de… no sé dónde. ¡Un ladrón! Y se caga el tío en cuatro políticos y le aplaude la gente.
—Ya. Bueno. Es que es así. Tienen familia. Y tienen derecho a rehacer su vida. El indulto está por algo. Si te invitan a ir a un plató y te pagan, ¿tú no vas?
—Sí, pero en Francia lo tienen y no lo han usado. Será por algo también, ¿no?
—DEUS EX MACHINA: Artículo 11, ley 1/1988: El indulto total se otorgará a los penados tan solo en el caso de existir a su favor razones de justicia, equidad o utilidad pública, a juicio de Tribunal sentenciador.
—¡Vaaaayaa! Me ha eclipsado lo de «utilidad pública». Ser útil de forma pública. Hum. Claro, se entenderá que hay otras formas de ser útil.
—Claro.
—Y que no sean públicas. O sea, que sean privadas. O sea, ser útil a mí mismo, a lo mío, serme útil a mí mi propia voluntad… ¿Podría serme útil mentir? Menos mal que lo ha especificado el genio que escribió el artículo.
—Ya estás buscándole 3 pies al gato.
—Lo que digo es que no entiendo a qué viene ese adjetivo: «pública». O sea, que deja claro que no lo vamos a indultar pa’que saque beneficio… ¡Un genio! ¿Sabes por qué lo ponen, lo de «pública»?  Imagina que unos tipos roban. Cogemos a uno. Nos dice que si «canta» y nos relata quiénes son los otros tipos queda indultado. Y le hacemos caso. ¿Puede que sea eso?
—Puede ser. Lo cual es muy inteligente.
—Y ¿si cogemos a un asesino que acaba delatando a sus dos compinches lo soltamos también?
 —¡Hombre!
—Ya. Claro que no es lo mismo. Pero es útil… ¿No te das cuenta de que medir la vida por la utilidad nos puede llevar a sinsentidos. Dile a la familia de la víctima que su asesino sale indultado a cambio de que nos diga dónde están los dos que le acompañaban. Me gustaría ver ahora a mí si fuera tu hijo.
—Eso no se haría, exagerao.
—Yo creo que ya se ha hecho, fíjate lo que te digo.
—…
—Lo otro: ahora se están dando cuenta de que en el fútbol se está metiendo mucho la mano en la caja. Decían en la tele que en la 1ª división hay 3000 millones de deuda. Esto no se puede aguantar. Hay mucho pendoneo. Ahí tienes al Rosell. Ahora va y dimite.
—Por amenazas.
—O por ladrón.
—Bueno eso hay que verlo, que te hostigas.
—Sí. Hay que verlo. Pero ¿tú dimitirías si estuvieras limpio?
—A lo mejor sí. La presión hay que saberla gestionar, ¿eh? Si hay disonancia cognitiva aflora la ansiedad, frustración, incluso culpa y vergüenza.
—¿Qué te has comido hoy, el Muy interesante? No sé, no sé. A ver si la Fiscalía o Hacienda o el Ministerio de la Suprema Felicidad para el Pueblo hace algo porque estos también abusan, creo yo, ¿eh?
—Na. El fútbol no se toca.
—Pues yo creo que no tardarán.
—Con los pequeñitos. ¡Los grandes de qué!