viernes, 18 de noviembre de 2016

Solo puede quedar uno o ¿Quién es peor?


Solo puede quedar uno o ¿Quién es peor?
Eva Tacazo

El tipo caminaba cansado, con una mochila resbalada en su espalda y con la dejadez de un joven de 33, harto de ver el mundo en blanco y negro, que cruza con ansias la semana de duro tajo, sábado por la mañana incluido, para agarrar cuanto antes el sofá y esperar de su madre un plato de comida para chuparse los dedos.
Venía en mi dirección y a la altura de mi triste figura sacó las llaves de su casa y gritó:
—¡Eh, capullo!
Me giré y vi cómo se dirigía a un traje con corbata, gafas, poco pelo, que salía de la puerta a la que el operario se dirigía. Aquel no le contestaba así que volvió a la carga:
—¡Eh, capullo!
Al principio me sonó a aquello de «¡Eh, capullo!, ja, ja, ja, ¿cómo estás?, ¡cuánto tiempo sin verte!». Pero había algo muy chiquitito en su tono, apenas se percibía, y que sonaba más bien a «¡Eh, capullo!, ¡te voy a reventar!». Seguí mirando y añadió:
—¡Hijoputa! ¡Deja de insultar a mi madre cuando te la cruces o te mato, cabrón!
El traje seguía caminando de espaldas. No se giraba. Pero caminaba con titubeo, con ademán de detenerse, hacía algo raro, pero no se detenía.
Yo estaba a punto de volver a mi viaje espacial hacia la copistería para imprimir el pase al B1, cuando el traje con corbata se giró a lo Burt Lancaster, alzó el brazo a lo Samuel L. Jackson y empuñó su móvil contra el otro, con la cámara activa, mientras gritaba:
—¡Repítelo! ¡Vamos!
Se acercó a su enemigo cada vez más. Se había transformado en un superhéroe. ¡Móvilman!
—¡Repítelo y te denuncio! ¡Vamos, que ya está viéndolo la policía!
El otro se quedó callado, mirando fijamente la pantalla y siendo consciente de que si no contenía su bravura acabaría entre rejas, y tardaría mucho en volver a probar la paella de su madre.
—¡Venga, repítelo si tienes huevos! ¡La policía te va a ver!
El currela examinaba a lo Clint Eastwood, con los ojos entornados y maldiciendo por dentro; pero no tenía la serenidad del vaquero. Tampoco llevaba rifle. Y en ese momento el traje amplió:
—¡Repítelo! ¡Repítelo, cobarde de mierda!
¿«cobarde de mierda»? —el agredido muta en agresor—. Fue entonces cuando todo se me cayó abajo, cuando dejé de empatizar con el traje, y con su corbata, y con su calva... Fue entonces cuando desprecié a móvilman, al hombre que antes había inmovilizado a su enemigo, a su acosador.
Ahora que se sentía fuerte por empuñar un móvil, el arma definitiva contra el malhechor, ahora era cuando se percibía al verdadero Traje. Antes era la víctima. Ahora el verdugo. Le provocaba, buscaba alterarle para que cometiera un error y toda la furia policial y judicial cayera sobre su vecino.
Me giré totalmente desalmado. Una vez más, el mundo superaba la ficción.









4 comentarios:

  1. Me encuentro tantas veces en esa situación. A veces se nos hace un mundo pararnos a tratar de explicar las cosas como personas adultas. Igual hemos dejado a nuestros jóvenes con la sola educación del sálvame y el myhyv. Sinceramente me llena de hastío hablar con determinados personajes que solo buscan vapulear verbalmente a los demás subiendo el volumen de sus improperios o escondiendo cuál trilero de feria sus fallos para tener razón aunque no tenga la menor lógica

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  2. Estimado lector:
    Son situaciones reales que llegan a paralizarnos. Siguiendo sus palabras, no me faltaban ganas de detener el tiempo, acercarme despacio a ambos y revisar entre los tres lo sucedido.
    Abundo en sus palabras: la educación es la clave de todo.
    El gran problema no es solo la televisión, el sistema, etc. Hay algo que particularmente me aterra: la urgencia. La urgencia es contraria a las leyes naturales. ¿Qué gobierno va jugarse sus 4 años de mandato y consiguiente renovación planteando un cambio radical —o sea, de raíz— que muy probablemente dará sus frutos dentro de 15 o 25 años? Pues muy pocos. ¿Quién se preocupa por el medio ambiente, sabiendo que en cien años «la cosa» no va a cambiar mucho? Tal y como yo lo veo, somos unos egoístas que pensamos que el mundo es nuestro y para nosotros, por lo que muy pocos realizamos acciones que vayan más allá de nuestro círculo vital —ya físico ya espacial—. No nos damos cuenta de que cuando muramos, otra vida sigue adelante y merece que dejemos las cosas lo mejor que podamos.
    Muchas gracias por la altura moral y racional de su comentario.

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