El fútbol no se toca IV
Eva Tacazo
—Oye, mira eso.
—¿Qué?
—El video… ¡Chema, dale voz!
—¡Qué fuerte…! Pero le devolverán el dinero de la entrada,
¿no?
—¿Solo te interesa eso?
—No, hombre. Pero, vamos, que también importa, ¿eh? Que
pueden ser cincuenta euros a la basura. Que a lo mejor el chaval los estaba
ahorrando. Imagínate que lo ha robao o se lo ha pedido a un prestamista. ¡Vaya
sentimiento de culpa!
—A mí lo que me duele es que habrá quien piense que el
chaval ha ido allí a provocar.
—Sí, sí. Eso seguro. Ponme otro quinto, Chema, que con el
calor esto entra de dos tragos. Pongo el cuello así, de jirafa, mirando al
cielo, y cae de golpe. Como un embudo.
—Es como si violaran a una chica y dijeran: «Claro, va en
minifalda, de noche, por la calle, con los 3 primeros botones desabrochaos, y
se le veía el tanga… ¡Violación fijo!».
—Hay que tener mucha jeta pa eso. Parece que vayamos
pa’trás, involucionando. Yo a mi hija le tengo que decir que se tape. «Eres un
antiguo», me dice. Y tiene nueve años ya.
—Presión por pensamiento de grupo, llaman los loqueros a
esta vergüenza.
—Asusta el nombre.
—Un grupo altamente cohesivo e identificado, como los
seguidores de un equipo, con defectos como falta de estudios superiores que
ofrezcan un nivel cultural alto, homogeneidad elevada entre ellos…
—¿La homogeneidad no es buena?
—Hombre, bueno y malo… Si se parecen mucho entre ellos… A
ver: siempre es mejor rodearse de gente diferente. Mejor. Pero es más cómodo y
fácil rodearse de iguales, que nos dan poca información contraria a la nuestra y no nos
ofrecen otro punto de vista; porque, a lo mejor, quién sabe, podríamos estar
equivocados. O sea, lo que queremos es que no nos mareen. ¿Entiendes?
—Bueno, un poco rollo psicológico raro de esos.
—A ver: si tú y cinco amigos muy parecidos a ti, con los
mismos estudios, preparación, creencias, etc., tenéis que valorar en vuestra
opinión cuál es el mejor jugador del mundo, ¡y todos sois del Madrid!, por
ejemplo, ¿de qué equipo crees que elegirán al jugador?
—Ah, claro. Eso es así. Como ser del PP y no ver La Sexta.
—Pues eso es un defecto de los grupos, dicen.
—Ah.
—Además, hay que añadir un factor: estrés por amenazas
externas.
—¿Estrés?
—Claro. ¿Tú has visto al chaval? ¿Crees que está acojonao o
no?
—No lo parecía.
—Exacto. Porque está esforzándose por simular control de la
situación, sabiendo que si se pone nervioso o se exalta el grupo lo percibirá
como provocación física, además de simbólica por la camiseta.
—Vamos, que se imagina que si protesta o se queja o hace
aspavientos se le echan encima… ¡Chema, otro!
—Se lo meriendan y el espectáculo puede continuar. Aquí no
ha pasao ná.
—Lo sepultan en el cemento de la grada.
—Chema, otro para mí. Y unos boquerones.
—Y estos son los de «Els valors» y tal…
—Sí. Luego pitan ellos al himno de España y resulta que
están en su derecho. Pero vamos, no podemos caer en la tontería de juzgarlos a
todos por igual. Gracias. Oye, Chema, y ¿tú cómo ves lo del chaval?
—Yo cogía a todos los que le chillaban y los metía un año
entero a estudiar… Pero no matemáticas. A estudiar algo que les hiciera
entender la idiosincrasia, la conducta social, la tolerancia del otro, los
derechos sociales… Ahí, por un tubo, en vena, en supositorio, to pa dentro,
hasta que estén embutíos.
—…
—«Cráneo privilegiado».
—…
—El fanatismo, que es lo que se lleva, es criminal. ¿A qué
van muchos al fútbol? A insultar, a agredir. Nos convertimos en cavernícolas. Volvemos
a la tribu. Se desata la bestia ancestral. Podrían simplemente animar a los
suyos. Pero no. Es mejor machacar al otro. Mira el otro día con lo del mono del
negro del Levante, o lo del plátano… Lo que no se permite en la calle ¿se tiene
que permitir en un campo de fútbol?
—…
—Y lo peor no es que se permita, sino que esté bien visto…
«¡El horror!», decía Marlon Brando en Apocalypse
now.
—Hum. Pues esta noche sale Rubí. ¿Te acuerdas de él?
—Me suena.
—Era directivo del Atleti de Gil.
—¡Anda! Ya me acuerdo.
—Pues va a explicar cosas sobre el dinero negro en traspasos
y tal.
—¿Del Atleti?
—Del Atleti de Gil. Pero el Follonero le preguntará por hoy,
seguro.
—¡Panda de chorizos uno detrás de otro!
—Hum. Ladrones, manguis, retrasaos, manirrotos, robaalmas,
destrozahogares… No le preguntes a Chema qué haría con ellos que me da miedo.
—Y si tú estuvieras ahí de directivo ¿lo harías también?
—¿El qué?
—Trapichear. Llevártelo de aquí para ponerlo allí, pero con
traje de chaqueta.
—No…
—Hum.
—Bueno, depende.
—¿Depende?
—No sé. Es que… A ver, robar no, ¡eh!… Pero, vamos, que…
—Que sí, ¿no?
—Bueno… A ver: tú estás ahí, currándotelo con los fichajes,
yendo y viniendo, y las dietas o los incentivos, por ejemplo, ¡eh…! Lo que
quiero decir es que a lo mejor se pegan unas curradas… Y eso podría estar
incentivado. Y un incentivo a todos nos gusta, no digas que no.
—Pero ¿incentivos blancos o negros?
—Bueno, el color no importa, no vamos a discriminar ahora.
—Ya. Pues no lo veo bien, la verdad.
—Es que… es la presión del pensamiento de grupo esa que
comentabas, que es muy fuerte. Si no es por mí. Es que… ¡Si lo hacen todos qué
hago yo!
—¡Claro, claro! ¡Eso lo explica todo! Pero les acabas de
llamar manguis, retrasaos, destrozahogares…
—¡Bah! Tú también lo harías, hombre. Ahora no te retractes.
Si lo has dicho tú antes: la presión del grupo.
—¡Joer! Lo he dicho precisamente para explicar cómo nos
dejamos llevar por defectos sociales que construimos mientras nos
autoengañamos. ¡Es un error!
—Mira, no me líes, ¿eh?, que siempre haces lo mismo. Chema,
otro quinto.
—Si te queda la mitad.
—¿Eh? Esto me lo bebo ya, mientras me trae el otro.
—¿Es eso o aparentas control de la situación para evitar la
amenaza exterior, que en este caso soy yo?
—¿Qué dices? Que tengo sed y punto.
—«¡Y punto!» Vaya. Ya tardaba en salir la frase.
—¿Qué frase?
—La de Belén Esteban: «Y punto». Una frase despótica que
usas cuando no tienes argumentos y estás nervioso. Chico, somos amigos, yo no
soy tu amenaza.
—¿Qué amenaza ni qué amenaza? Que tengo sed… Y digo «Y
punto» porque ahora resulta que vas a saber tú lo que yo pienso o lo que siente
mi cuerpo, que solo quiere otra cerveza.
—Pues no te ofusques.
—¿¡Quién está ofuscado!? Chema, dile al mamón este que hoy
se va a casa andando.
—¡Joer, cómo estamos!
—¡¡Si somos del mismo equipo qué hacemos peleándonos...!!
Chema, la cuenta.
Como la vida misma, en el fútbol todo vale, todo sea por el espectáculo, aunque nos pulamos de un plumazo los derechos de cualquier persona, que pa eso ya esta la tribu que es la que sabe lo que se permite y no. Por cierto el final es buenísimo con ese giro entre los amigos. "... dile al mamón este que hoy se va a casa andando" , que viva el raciocinio y una discusión civilizada, (¡anda no! , que eso es muy europeo y ya se sabe que "espain is diferen")
ResponderEliminarJajajajajajaja. Muy bueno.
ResponderEliminarVergüenza 1: lo que pasó con ese aficionado y su camiseta: resultará que, para ir al fútbol, tendremos que vestirnos según marque el canon oficial de cada club.
ResponderEliminarVergüenza 2: los mangantes que viven del dinero negro que proviene del fútbol. aunque el ejemplo no es el más significativo (mirar a los presidentes del Madrid y del Barça metidos hasta las cejas)
Vergüenza 3: no se puede discutir y tener la razón, porque te toca volver a casa andando.
Pero esto no es típicamente español. Es muy generalizado en diferentes países.
Javi, rectas palabras; y perdona, corazón, por ejemplo del Atleti, coincidió en mi tele casi a las mismas horas una noticia con otra, :) Evidentemente aún me acuerdo del Barça hace unos días con el caso Neymar; y más y más y más y más y más y más... Si lo quisieran desmontar... Mejor no saberlo. Por eso digo, el fútbol no se toca, almenos de momento. Pero, vamos, a lo mejor el Ministro de Hacienda nos lee y se pone a investigar, porque a veces falla que nadie les avisa o no pueden enterarse. Claro, como les han recortado en asesores y alguna cosilla. Nosotros nos enteramos de que el fútbol huele mal porque somos unos ociosos y vagos que no hacemos ná, nos aburrimos y nos dedicamos a labores que no debemos...
Eliminar¡Vergüenza! ¡Vergüenza!