La educación y la Fama
Espe Or
Estuvieron varios años emitiendo y no dejaron de
sorprenderme: calidad humana.
Y bailan. Porque era un programa de baile: aprendían a
trazar atrevidas piruetas, aprendían interpretación, teatro, lírica... Pero es
que había más. Era una escuela de baile, pero había más.
El baile es la estructura, el andamiaje, el elemento de
cohesión, pero el contenido era otro. Se masticaba convivencia. Y todos sabemos
qué es la convivencia –aventuro–: dialogan y discuten, se
respetan y se insultan, se aman y odian..., viven. Eso es la vida con los
demás.
Viven con los demás: se reunían para decirse lo bueno y lo
malo, pero sobre todo para explicarse por qué. Se peleaban... y luego tenían
que bailar juntos. Desarrollan así las emociones, la empatía, la comprensión de
que el otro está ahí, junto a mí, cerca, presente, y he de entenderlo. Y con el
tiempo y el esfuerzo, entre los extremos amor y odio, respeto e insulto,
aparece, emerge, brilla una fina línea conmovedora, una conexión: los griegos
usaban la voz pathos, íntima emoción.
Comprenden que el otro no es tan distinto a ellos.
Y ¿quién libera estos secretos? Detrás de estos jóvenes
impulsivos están los profesores. Ellos se llaman profesores. Yo creo que son
algo más, porque para conseguir lo que consiguen hay que ser algo más. Son
creadores, artífices, orfebres medievales de lo humano. Enseñan arte y saben
que el arte es plástico, se moldea y crece con el corazón. Ellos los invocan,
les hacen hablar, decir, bailar, contar, aprender, danzar, escuchar, obedecer,
reflexionar, perdonar, emocionar, compartir, realizar, crear. Educan.
¿Puede un profesor hacer todo eso?
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