Comprender
La niña lluvia
Me
llega vía Twitter un texto de
opinión, publicado en elpais.com,
escrito por Antonio Navalón. Hacia él todos mis respetos, pero no lo comparto.
Creo
—porque es solo mi opinión— que Navalón hace una labor descriptiva de los llamados
«Millennials» muy ajustada a la realidad, muy acertada en la generalización.
Les califica como «dueños de la nada», fracasados («el fracaso que representa
que una parte significativa de estos jóvenes no quieran nada en el mundo real»), animales o autómatas («si quieren
pertenecer a la condición humana, empiecen por usar sus ideas»), autistas («aprendan
a hablar de frente y cierren el círculo del autismo»), mantenidos
(«el resto del mundo no está obligado a mantenerles»), disfuncionales («aquellos
que no tienen en su ADN la función de escuchar»), dependientes afectivos e
inseguros («lo único que les importa es el número de likes»), faltos de ideas propias («Me encantaría conocer una sola
idea millennial que no fuera un
filtro de Instagram»), ¿salvajes? («no existe constancia de que ellos hayan
nacido y crecido con los valores del civismo y la responsabilidad»), y algún
detallito más que dejo para el lector que pinche el enlace.
Parece
un poco duro, pero hay que verlo en su contexto. También podría haber sido más ultraeducado,
más eufemístico, pero creo que así como está gana en claridad; a mí también me
gustan las cosas así, a palo seco, para saber claramente a qué saben.
Sin
embargo, más allá de la descripción, Navalón analiza. Deduce que son los
culpables del malogrado orden mundial que asola este planeta, orden que otros
anteriormente parece que se dedicaron a cultivar sanamente, y que esta lacerante
progenie ha arrasado y aniquilado sin inmutarse. Aunque no todo es el horror; parece
vislumbrar algo positivo: las elecciones británicas con una alta participación
de menores de 35 años.
Bien.
A todo esto tengo que decir que no.
En
primer lugar, estos millennials nacen
como usted y yo, de su padre y de su madre, y no hay constancia de que, en tan
solo una generación, haya suficientes mutaciones neurológicas y fisiológicas
para advertir cambios tan drásticos. Así que, aclarado esto, las razones del
anatema millennial son ambientales.
Desterrada
la genética, ¿quién ha educado esta amenaza planetaria? Pues es obvio que
nosotros. Usted y yo, nuevamente. Algunos por efecto y otros por defecto, pero
en algún momento nos equivocamos. ¿Un sistema educativo erróneo e incapaz por
no haberse sabido adaptar a un futuro —hoy presente— cambiante? ¿Dirigentes
incapaces por sí mismos de profetizar el futuro, e incapaces asimismo de
consultar a otros que sí son capaces porque los primeros estaban más
interesados en sus pantalones y bolsillos? ¿Una sociedad ya maleducada en
valores que, por tontos, no ha sabido
transmitir otros más adecuados? ¿Unos medios de comunicación subordinados a
poderes innombrables que sesgan la información? ¿Bomberos con sobrepeso?
¿Cineastas obsesionados? ¿Empresarios y banqueros pollaviejas?
Habla
usted de que no tienen «ideas propias»; sin embargo, fue el sistema educativo
el que eliminó el pensamiento crítico, arrinconando y desterrando de los planes
de estudio la Ética, la Filosofía, la Literatura, la Historia, el Arte…,
disciplinas que, como decía Bruce Lee, pensador —y luchador— sirven «para tener
ideas propias», que es lo que se les reclama. Sí mantuvimos la burocracia, eso
sí, tan española. Pero, claro, sin conocer uno a Larra poco puede avanzar en
ese aspecto; pese a que los que sí le conocimos, los antemillennials, tampoco hemos hecho nada.
¿La
condición humana? ¿Acaso puede alguien constatar que humanamente somos peores
que nuestros predecesores medievales, por ejemplo? ¡Los animales fueron otros!;
y en cuanto a robots —poco empáticos, poco conversacionales, etc.—,
precisamente ha sido la generación anterior con su abuso de la confianza y con
su saber no estar la que ha provocado
que el ser humano se distancie cada vez más emocionalmente: hace años había más
personas que máquinas en muchos trabajos; podíamos hablar con ellas e
intercambiar opinión; pero hete aquí que un día, por poner un ejemplo
simbólico, un médico diagnostica a mi mujer cáncer, y le pido que pronostique
su muerte, como si fuera un meteorólogo, y el médico, como señal de humana
compasión, contesta entre 3 y 6 meses; y hete aquí que mi mujer fallece a los 2
meses. ¿Consecuencia del ser humano? Denunciar al médico y al hospital por mala
praxis o vete tú a saber. ¿Consecuencia de todas estas gilipolleces del alma
humana? No contestar, ser frío como una máquina, distanciarse. Lo que hacen es
adaptarse.
Y no
nos equivoquemos. Ser humano tampoco es precisamente lo mejor del mundo. Para
más demostraciones la Historia. Recomendación: Harari, De animales a Dioses.
¿Mantenimiento?
Cuando uno compra un coche, por ejemplo, está obligado a mantenerlo. De hecho,
el Gobierno nos obliga a pasar una ITV de revisión constante, porque sabemos
que si el coche está mal puede provocar accidentes. O sea, que lo mantenemos. Y
hay coches muy flojos. Pero nos esforzamos por mantenerlos y retocar ciertas piezas.
A veces el coche no responde. Pero es que es eso: un coche. Habrá quien piense
que es mejor tirar a los millennials
a la basura porque de momento no funcionan.
Se
debate hoy buena parte del mundo entre renta básica sí y renta básica no.
Claramente no tengo ni idea. Pero es un debate que una vez más llega tarde,
llega cuando nuestros pulmones están llenos de tabaco, y decir que hay que
debatir si tabaco sí o no resulta agresivo, urgente y se toman mal las medidas…
Como
siempre, ojalá más Ortega con lo de que Filosofía es «preocuparse»,
pre-ocuparse. Ocuparse del mundo antes de que llegue lo que llegará. Así
estaremos preparados y tomaremos medidas adecuadas. Pero, claro, la filosofía
no mola.
Por
si le ayuda a alguien a refrescar, cuando yo era más joven, los de mi
generación éramos rechazados igualmente por nuestros padres generacionales. Nos
decían que teníamos de todo, que estudiar era más fácil, que ya no respetábamos
a los mayores, que perdíamos las formas, que estudiábamos para librarnos de la
mili porque éramos unos flojos, que no sabíamos el valor de las cosas, que
vestíamos raros, que comíamos basura, que nos dominaban las drogas, que solo
pensábamos en dormir y salir de fiesta, que nos dolía algo y lo solucionábamos
con una pastilla, que yo con tu edad ya estaba…, y podría seguir así un ratillo
más. Si a mí me hubieran castigado en mi época y a los 30 minutos me levantaran
la pena ¿cree alguien que hubiera dicho «No, no lo hagáis, papás; debo seguir
castigado»?; o, si me hubieran dado 30 euros para salir y me hubieran regalado
un móvil última generación y la cuota a un gimnasio ¿cree alguien que hubiera
dicho «No…»? Sencillamente, lo que ocurre es el ciclo vital, las generaciones,
Ortega, matar al padre, Freud, etc..
Y,
por último, quisiera dejar constancia de un fenómeno que se apunta desde hace tiempo
pero que pocos han valorado lo suficiente: la vida se alarga y los periodos
también. Unos creen que la adolescencia empieza antes que hace 30 años y acaba
más tarde; otros, que la niñez se alarga un poco y empuja a la adolescencia
también un poco más, con lo que de nuevo acaba más tarde. Sea como fuere, lo
claro y cristalino es que en una época anterior con 20 años había más
conciencia social que ahora, pero no porque ahora sean egocéntricos o estén
idiotizados —o autistas—, sino porque, en relación con la madurez, los 20 de
hoy serían algo así como los 14 de antes. Con 20 hoy sigue habiendo mucho
adolescente inmaduro. Y con 25. Siempre generalizando, por supuesto.
Estimados
lectores, la gente joven de hoy sencillamente se adapta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario