domingo, 17 de enero de 2016

El Congreso


El Congreso
El aprendiz

He oído casi de todo sobre el bebé del Congreso. Corro el peligro de aburrir, ya lo sé. Podría decir «coño», «joder», «cagontó», «patriarcado opresor» o «feminazis»… Pero entonces me habría convertido en uno más de un circo que no deseo, que no es adecuado, que no respeta y que no mejora —y eso que «cagontó» me gusta.
Nadie se escandaliza por ver amamantar a un bebé en público. La lucha por la conciliación laboral y familiar es necesaria, claro que sí; yo también soy padre y veo cómo Europa va por delante también en esto. En el Congreso llevan años ya con guardería. Eso hoy es un privilegio. Ya me gustaría a mí u otros padres y madres tener esa posibilidad, pero los políticos no encuentran los medios o las ganas o el momento de tratar de acercar ese privilegio —derecho— a los mortales. Y por supuesto que hay que decírselo. O, mejor dicho, recordárselo. Es nuestro deber hacer visibles nuestras necesidades.
Pero el fin no justifica los medios.
Y los medios para hacer llegar nuestras quejas no pueden ser propagandísticos, sensacionalistas, populistas, telecinqueros, circenses…
He oído palabras aplaudidas como:
—Esto no es Finlandia. Esto es España. Y aquí si no haces un poco de ruido, si no creas polémica, si no sales en los medios, si no gritas, si no chillas… nadie te va a hacer caso.
No.
Mientras queramos hacer «eso» para cambiar las cosas, España será eso: «charanga y pandereta». Porque los medios circenses solo producen resultados circenses. Porque la guerra solo trae más guerra. Porque parece más importante la imagen que la realidad, parece más importante la forma que el contenido, parece mejor la hamburguesa yankee de Mcdonalds que la de Paco López. Porque la estética, la apariencia, el exterior, el envoltorio, la carcasa, no puede esconder u ocultar interiores vacíos, sucios, postizos o de «instantmatic».
Aquí no somos campeones del marketing y la pirotecnia. Esas son formas baratas y rápidas de alcanzar un objetivo, un fin. Aquí ha luchado mucha gente por aupar a la verdad, al respeto y a la razón como valores máximos y necesarios.
Si uno quiere resultados serios, aplica medidas serias. Si uno quiere resultados fofos, no se esfuerza. ¿Alguien recuerda cuando no había educación pública gratuita? No creo, hace muchos años de eso. Y lo conseguimos. Y ¿la sanidad? Eso es progreso.
Este camino de políticos de Instagram, de la foto sin nada dentro, estéticos, a los que dar un «Like» es digno de un esperpento con Max Estrella —y lo sazonamos con la casa real declarando al juez. ¡Qué guay!, ¿verdad? ¡Qué cercanos y qué buen rollo! Pues no. Es que yo a un médico le pido que cure, y luego ya… Y a un político, menos ruido y más nueces. A todos. Unos y otros. ¿Los que están lo hacen mal? Mejorémosles, salgamos a reclamar derechos, todo. Pero con educación, respeto, razón. Eso es progreso.

2 comentarios:

  1. Desgraciadamente, con el tiempo, en política hemos ido evolucionando a peor. No solo tenemos que aguantar políticos corruptos, prevaricadores, amantes del cohecho, aprovechados, ..., de casi todos los partidos políticos y regiones españolas, que crecen como las setas por el bosque.
    Ahora hay que añadir a la nueva ola de "casposos" (no por problemas de higiene capilar, sino por problemas de escasa inteligencia y nula formación) y "populistas baratos". Sólo dicen lo que la gente desesperada quiere oír (y tienen claro que jamás podrán cumplir) y que llegan para salvar a los oprimidos y desesperados de la injustísima sociedad que vivimos. Pero, en realidad, llegan para lo mismo que todos los anteriores, que no es otra cosa que las "3 P": posición, pasta y privilegios.
    Estoy harto de los que nos han engañado (o intentado engañar) toda la vida, de los nacionalistas que se inventan su historia para justificar sus desvaríos, de los Podemitas que intentan vender humo a un precio difícil de prever y de los que creen que todos los ciudadanos somos auténticos imbéciles.
    Como bien decía mi sabia abuela, "que el Señor nos coja confesados".

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    1. Mucho me temo yo que el ser humano, muy dado a costumbres, no hará otra sino que acostumbrarse a ello. No hay más que ver cómo algunos aplauden las muestras de «donde dije digo digo Diego» —a buen entendedor...— de algunos de estos apandadores del hemiciclo. La caspa telecinquera está totalmente socializada, está en nuestro ADN. El problema de todo esto es que la inmediatez no resulta un muestreo pero con el tiempo ya estamos viendo las consecuencias: los ninis son un ejemplo. Y las consecuencias de una política así las veremos pero dentro de unos años, cuando el fervor se apacigüe, la economía mejore o haya otras cosas en la mente. Ahora todo da igual o resbala: ¡que este resulta que también trinca...!, pues no pasa nada; ¡que el otro no ha podido poner su medida...! , no pasa nada...

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