domingo, 24 de agosto de 2014

El aparcamiento


El aparcamiento
El niño cielo

—A ver… ¿Cómo que tarjeta desactivada?
Mira hacia ambos lados. Busca la garita. Camina.
—¡Buenas!
—Sí.
—Me pone tarjeta desactivada.
—¿La llevaba cerca del móvil?
—(¡Qué más le da!) Sí.
—Es por eso. Espere.
—…
—Ya está, esta es una copia.
—Vale, gracias.
Camina de nuevo hasta la máquina hierática. Frente a frente, él también está hierático pero abatible.
—Ahora sí… ¿7,85? A ver… 3, 4, 4,50… (Ya verás) 5,50, 5,70… Mierda. 5,85.
Escruta la máquina sombría y alevosa en busca de respuesta. No la encuentra. Vuelve a la garita en busca de respuesta.
—¡Hola! ¿La máquina no admite tarjeta?
—No, tarjeta no.
—¿Puedo pagar aquí con tarjeta?
—No, aquí no… No.
—¿Cómo que no?
—… Es que no…
—¡¡Bueno!! ¿Un banco por aquí cerca?
—Pues… no sé ahora mismo…
—(¿Ahora mismo?) Vale, déjelo.
Sale con decisión y firmeza por la rampa de bajada de coches. (¿Pregunto a alguien o lo busco en el móvil? ¡Vaya mierda de tiempo que estoy perdiendo!). Oiga, perdone, ¿un CCVA por aquí cerca?
—Es que no soy de aquí, lo siento.
—No pasa nada… (¡Me cago en la leche!)
Saca el móvil.
Aboundme… Bancos… CCVA… (Esperando… ¿754 metros? ¡Joder!) Ir.
Camina en busca del banco, mirando continuamente el móvil que le guía. Llega.
—(Introducir tarjeta… Sacar dinero… 50 euros… Aceptar… ¿Desea recibo…? No. Vengaaaaa. Recoja su tarjeta… Recoja su dinero… ¿Desea realizar alguna otra…? No. Vengaaaaa.)
Camina de vuelta al aparcamiento. Llega. Se acerca a la máquina perecedera, abollada e incomprensiva. Hay cola. Espera su turno. Ya.
—(¿Billeteeeees? Aquí… ¿No cabe?) A que no…
Escruta otra vez la obsoleta máquina diabólica y letal a lo largo y ancho en busca del dibujo de los billetes que admite. No aparece el dibujo por ningún lado. En lugar de darse por vencido y parecer idiota sigue mirando como un idiota porque se acuerda de que, cuando era pequeño, su madre le mandaba a la nevera a por limón y no lo encontraba, su mirada se perdía entre los alimentos: «¡Anda, que si es un toro te come!». Le ocurrió varias veces y aquello le marcó.
Segundos después.
—(¡Pues no lo veo!)
Vuelve a la garita.
—¿Es que no coge cambio de 50?
—No, de 50 no. Pero yo le cambio.
—(¡No me lo puedo creer!) Tenga…
—Aquí tiene.
—(¡Y no se cobra el tío capullo!) Gracias.
Se va pero se detiene en seco y se gira hacia la ventanilla de nuevo.
—Y ¿usted para qué está aquí?


2 comentarios:

  1. Dentro de poco a alguien se le ocurrirá hacernos pagar por respirar. El problema no es, únicamente; en los aparcamientos subterráneos.
    Hace poco estuve en Madrid y la zona donde fui a aparcar los bordillos de las aceras estaban pintados de colores diferentes y tenías que cambiar el coche cada cuatro horas. Cada color suponía un precio diferente, que había que pagar en una máquina que parecía un cajero. Debías poner la matrícula de tu coche (para obligarte) y rondaba un tipo un tanto siniestro (para acojonarte).
    En teoría aceptaba tarjetas, en teoría; la realidad es que no pillaba ninguna (probamos con 3 diferentes y, casualidad, todas tenía la banda magnética estropeada). Vete corriendo al cajero, uno se quedó junto al coche por si llegaba el siniestro, y luego a rezar para que aceptara billetes.
    Al final nos tocó meter el coche en el parking, pero nuevo acojono invadía nuestras mentes. El tipo del parking nos advirtió que cerraban a las 23,00 horas. Y esa era la hora a la que acababa el concierto.
    Pregunta: oiga, por favor, salimos del concierto a las once; ¿estará abierto el parking?
    Respuesta: ah, pues no sé.
    Pregunta: ¿y no puede indicarme si los días de espectáculo en el Vicente Calderón cierran un poco más tarde?
    Respuesta: ah, pues no sé.
    Ya podéis imaginar el diálogo de besugos que continuó. Hasta que me cagué en su ............. y le dije que en acabar volvería a por el coche y que procurara que estuviera abierto. Su respuesta..... ah pues no sé.
    Joder, si no sabes ¿para que estás ahí?
    Lo que son las cosas, se tuvo que chupar detrás del cristal hasta la una o más, porque la policía se puso a regular el tráfico desde la puerta de salida del parking y no dejaba salir a ningún coche.

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    1. Javier, tendrías que ver mi cara: 0o. A mí todo esto me sobrepasa. El texto es comedido, pero por dentro... Voy a llamar al psiquiatra a ver si aún llego. O eso o, como diría Woody Allen, a Lourdes. A propósito de Noé, la peli, no vendría nada mal un diluvio de esos y que se llevara toa la tontera esta...

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