sábado, 5 de julio de 2014

No hagas nada


No hagas nada
Espe Or

«La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida», cantaba Rubén Blades. A mí desde luego me las da todas, a pesar de que ya he visto cosas así muchas veces. Quizá soy muy ingenuo.
¡Jóvenes ninis, no desesperéis más, siempre habrá alguien que decida esforzarse por vosotros! Así es. El Gobierno acaba de anunciar que dará 300€ al mes, durante 6 meses, ahí es nada, a la empresa que contrate a un joven con estas características.
Algunos de estos jóvenes han pasado por dificultades para conseguir estudios. Es cierto. Pero de los 840.000 que están en esta situación no todos van a salir corriendo a apuntarse a esta oferta —vale, ahora se apunta uno desde internet—.
Algunos de ellos se han reído de sus padres, de sus profesores y de cualquier figura que represente juicio y autoridad. A mí me encanta Hermano mayor. Allí se puede saber un poco más de lo que hablo. Si no fuera suficiente, observad, preguntad a padres con hijos en esta situación o a educadores por los que pasan 100 alumnos al año. Sus palabras son de primera mano. Ejemplo real 1 —evito el nombre y otros datos, claro está—: Anónimo, último hijo de 5 chicos de una familia de clase media-baja. Ahora tiene 32 años. Lo conozco desde hace unos 18 años. Sacad cuentas. No acabó la Enseñanza Secundaria —antes BUP—. Se levanta desde entonces a las 13:00 horas del mediodía, come la estupenda comida de mamá, juega a la videoconsola de sus hermanos hasta las 24:00 horas y a dormir. No es necesario entrar en más detalles. Y ya sé que no todos son así. Ejemplo real 2: curso gratis de manipulador de alimentos, 4 ninis al final de clase dando el follón, interrumpiendo a la profesora, pidiendo cada dos por tres tiempo para salir a fumar, mirando el móvil e incluso uno de ellos pidiendo el certificado una hora antes de acabar porque se tiene que ir. Curso gratis. Y ya sé que no todos son así.
El caso es que mi decepción llega al recordar la cantidad de jóvenes muy pero que muy bien preparados que se ven obligados a marcharse porque nadie les ayuda. Trabajaron duro en el cole, escucharon a sus progenitores, algunos sacrificaron salir de fiesta a menudo, muchos serían muy inteligentes, otros no tanto. Creyeron que su esfuerzo tendría recompensa. Su recompensa ha sido perder de vista a familia y amigos. ¿No hay 300€ para que alguien les contrate aquí, cerca de los suyos, cerca de su sueño tan peleado, y nos enorgullezcamos de que un día dirijan nuestro país o la sanidad o la educación o la investigación en I+D o…?
Pues no.
¿Ayuda para aquellos? Y ¿por qué no también para estos? Repartamos la ayuda. Todos necesitamos ayuda alguna vez.
Ahora están de moda muchas cosas… Hay de todo. Incluso Miley Cirus. Está de moda también rechazar la meritocracia, y la pregunta es: ¿si no por mérito por qué razón se valora a una persona para ejercer profesionalmente? ¿Quién quiere un camarero que se equivoque con los platos y la cuenta? ¿Quién quiere un odontólogo que te saque el diente equivocado o no se lave las manos? ¿Quién quiere un bibliotecario que desordene los libros? ¿Quién quiere un educador que no se prepare su materia para enseñar? ¿Quién un vendedor que no te busque soluciones a lo que quieres?
Estamos como estamos porque no somos exigentes con los profesionales que nos rodean. Desde los políticos, que no saben ni inglés ni son profesionales del cargo ministerial que ostentan, hasta… cualquier profesional incompetente pero que es mi primo, mi vecino, mi cuñado, mi amigacho, mi amante. Lo vemos todos los días en la tele, no quiero aburrir con ejemplos.
Aún recuerdo cuando se contempló la posibilidad de que un alumno de ESO pudiera pasar de curso no ya con dos sino con cuatro materia suspendidas. Aquella superidea revoloteó durante unos meses. Quizás incluso vuelva. De alguna manera habrá que ocultar el 38% de fracaso en Secundaria.
Quevedo hace 400 años: «España, ¡buena estás! ¿Y no hay remedio?».
Larra: «En este país, si a un zapatero se le antoja hacer una botella y le sale mal, después ya no le dejan hacer zapatos».
Valle-Inclán, atemporal: «¡En España es un delito el talento!», «En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo».

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