martes, 1 de julio de 2014

El fútbol no se toca VI


El fútbol no se toca VI
Eva tacazo

—¿Te llamó Ángela?
—Sí.
—¿Y?
—No puede quedar esta noche, tenía médico de guardia; así que te quedas sin conocer a la de intercambio.
—Vaya. Estos médicos… ¿No tienen otra cosa que hacer que ir a casa de otros a pasar la noche.
—Bueno, cuando te toca uno hay que aguantarse. Peor están ellos que han de estar toda la noche con desconocidos.
—Sí, pero les damos de comer y cama gratis.
—No es obligatorio. Depende del anfitrión.
—Yo no me la juego.
—…
—Cambiando de tema, ¿cómo ves lo del mordisco de Luis Suárez?
—Abatible.
—¿Qué dices?
—Sensual.
—Tío, te hablo en serio.
—Misterioso.
—¿Algo más que sinestesias o metáforas?
—A ver. Todo lo que te he dicho te lo digo en serio, melón. Piensa un poco.
—¡Ahhhh!, ahora caigo. Pero ¿tienes pruebas de algo?
—No. Pero ¿qué te parece que el entrenador de Uruguay diga en rueda de prensa que va a dejar su relación con la FIFA o no sé qué? Uno no se desvincula de una Federación o de una Asociación de esa manera, de la noche a la mañana, por algo que además no le llega directamente… Y acuérdate de lo de Mou.  
—Misterioso… Ya. Sí, puede ser.
—Huele mal. Si ya te he contado yo que en mi trabajo he visto muchas cosas, imagínate en organismos tan altos, tan públicos y a la vez tan cerrados. Los repartidores de postizos como tú no lo podéis entender porque trabajáis solos, pero las empresas están…
—Contaminadas.
—Yo no digo que sea porque a lo mejor los uruguayos se enfrentan a Brasil, pero ahí dentro de la FIFA se cuecen habas muy negras. Mira los partidos políticos y las cuentas B, mira los bancos y sus tóxicos, mira a la gente en su casa y en la calle… Apesta.
—Joder, qué profundo te has puesto. Y trágico.
—Tú has preguntado.
—Pero era como… Yo qué sé… Tener una conversación así…, superficial, rapidilla.
—¡Se han pasao con Luis Suárez!
—Eso ya es otra cosa. ¿Verdad que es mucho?
—…
—Yo creo que con los 9 partidos sobraba ya. Se han pasao tres pueblos. ¿Echarlo del país y no dejarle entrar a un campo en meses y tal? Eso ya me suena a chivo expiatorio.
—Ahora eres tú el que ve misterio, pero con otras palabras.
—No. Yo lo que digo es que paga él por otros que hacen cosas que son incluso más graves. Es como si el comité que decide estos casos cambiara cada año o cambiara sus criterios cada año, ¿sabes lo que te digo? Es que ha habido cosas peores, siendo objetivos, y se han sancionado mucho menos.
—A-ba-ti-ble. Te lo estoy diciendo.
—Bueno, sí, vale, abatible, ya lo he pillado. Pero es que luego te has ido ya al ser humano, a la vida radical, al ontos, a la moral utilitarista y humanamente desvalorizada y todas esas filosofías tuyas que te embotan la cabeza. Y me la embotan a mí que es peor.
—O sea, que si lo dices tú sin filosofar vale, pero si yo lo trasciendo estoy pirao o algo así. A lo mejor es que no quieres ver ciertas realidades.
—A lo mejor. Es que la vida no es tan seria, tío, que te pones de un trascendente que un día de estos despegas y acabas viendo al principito allí en su asteroide, con la rosa y todo.
—Sería el día más feliz de mi vida.
—¿Ves? Con lo bonita que es la vida aquí, ¡en la tierra!, «¡on the ground!». Mira qué airecico tan bueno, mira qué olor a tapitas, saborea la cerveza que nos vamos a tomar ahora, saliva como el perro de Pavlov, ¡mira esa de ahí, la de las bolsas! ¡Ala! Eso sí es un misterio por resolver. ¿Cómo se hacen mujeres así? Ya me estoy imaginando su olor…, su sabor…, y su todo. ¡Uf! Vamos a entrar ya, que necesito refrescarme, ¡que está para darle un bocao! ¡Es para hacerle un Luis Suárez!
—Sensual.
—… Sí. Eso… ¡Vale! Eres un capullín. No te rías. Al final me has llevado donde querías.
—Te lo dije al principio: abatible, sensual, misterioso. Aunque yo diría que tú me preguntaste pero lo que realmente querías era darme tu opinión, que venías desde casa rumiándola.
—Joer, pues tienes razón. No he podido hablar con nadie aún del tema, por lo de mi trabajo. Yo ya sabía que te ibas a poner más pesao que matar un cochino a besos y lo que quería era hablar yo. Sí, sí. Es cierto.
—Estaba claro. Eres un egódoxa.
—No sé qué es eso pero no quiero ni saberlo. Deja ya eso de juntar palabras extrañas para definir cosas, tío, que pareces un diccionario para académicos. Levanta el pie del pedal.
—Eso es lo peor de todo.
—¿El qué?
—Nada. Tú puedes decir «chivo expiatorio», que no sabes ni de dónde viene eso, y yo tengo que levantar el pie… Anda, venga, pide ya que el que necesita la cerveza soy yo.
—Es que no te entiendo, tío, no sé por dónde vas ni por qué te cabreas.
—¡Nada! Que después de la conversación que hemos tenido todo seguirá igual. El fútbol no se toca.

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