Ciudadano a la venezolana
Consejero
Estaréis de acuerdo conmigo,
queridos lectores, en que Venezuela no está pasando por su mejor momento; es la
versión 2.0 del siglo XXI de lo que yo estudiaba en historia y que se llamaba
caciquismo; y digo que era lo que yo estudiaba porque quizá Pajín le haya
cambiado el nombre por algún eufemismo ya que “cacique” es una palabra muy mala y muy…; no, no hay más argumentos.
(No sé cómo he conseguido meter en un mismo párrafo “Venezuela” y “Pajín”).
Pero, retomando el tema de
Venezuela, estaréis de acuerdo en que las libertades públicas apenas existen y
que las que los venezolanos creen que existen, como la libertad de prensa, está
totalmente controlada por el Gobierno. Es una auténtica pena –pensaréis–, es
intolerable. Al final no es más que una empresa que recibe dinero del Gobierno
con la finalidad de que emitan los contenidos que sean acordes a las políticas
nacionales (quizá esos criterios los fije el Viceministerio para la Suprema
Felicidad del Pueblo venezolano –Ministerio que existe de verdad, por cierto–).
La paradoja está en que son los propios venezolanos los que pagan, con
impuestos, para no tener libertad de prensa.
Y ahora que somos conscientes de
esta situación, hay que pensar que nos da pena Venezuela pero no nos da pena
España que no se aleja demasiado de ese modelo. Resulta que en España aún
existen las televisiones públicas y las radios públicas y no nos conformamos
con una nacional sino que nos conformamos con una autonómica también y otra
provincial y otra local, ¡cuya razón de ser es que nosotros les paguemos
(impuestos) para que emitan noticias y reportajes de promoción sobre nuestros
gobernantes! ¡Qué disparate! ¡Pero si es lo mismo que Venezuela!
¿Hasta cuándo vamos a estar los
españoles pagando televisiones de promoción pública que no ofrecen un servicio
real a la sociedad? De verdad, señores gobernantes, que con un medio nacional
nos conformamos (por eso de si se tienen que ofrecer comunicados o noticias de
urgencia nacional). No queremos televisiones autonómicas ni locales que solo
hacen generar más déficit mientras se hace más cara la educación, la justicia,
la sanidad, la seguridad, etc.
Y ¿cómo podemos estar tan seguros
de que no ofrecen un servicio a la sociedad? Pues muy sencillo, porque están
todas arruinadas, no generan nada a la sociedad y la sociedad genera que se
arruinen; ejemplos hay varios, como TV3,
Canal 9, TeleMadrid, Onda Regional,
etc. Se llama ley de la oferta y la demanda, que se estudia en Secundaria, y
parece que en España no hay demanda de servicios a la venezolana. Pero los
jefazos del traje y maletín aún consiguen engañarnos porque todas las nombradas
ahí siguen generando cada día más y más crisis. ¿Es esta la senda de la
recuperación?
No nos conformamos porque el sentimiento nacionalista –ese irracional– no desaparece: hablo de los nacionalismos de país, de comunidad, de ciudad y de pueblo; hablo de los nacionalismos de derecha y de izquierda, de los que se ha dicho:
ResponderEliminar"El nacionalismo en general es imbecilizador, (...) el nacionalismo atonta y algunos son virulentos". (F. Savater)
"El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad". (Albert Einstein)
"El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto". (Camilo José Cela)
“El nacionalismo es una tara, un regreso a la tribu”. (Mario V. Llosa)
“En el fondo, los nacionalismos son movimientos propios de advenedizos. Es decir, de inseguros". (Antonio Gala)
“El orgullo más barato es el orgullo nacional, que delata en quien lo siente la ausencia de cualidades individuales". (Goethe)
Hasta que esta estupidez supina, hija de la razón bruta, no desaparezca, no nos conformaremos. Y no sucederá nunca.