martes, 3 de enero de 2017

Espacios y medidas


Espacios y medidas
El niño cielo

Esta mañana no trabajaba, así que me acuerdo de que necesito un chándal y, ¡ala!, a un centro comercial. Preferí andar; los autobuses cada vez tienen menos espacio.
Pasé por un bar que debería llamarse El peor bar del mundo, pero quién soy yo para ponerle tal aberración. En la acera había dos tipos, en esa ventanilla cerca de la entrada que ahora está de moda porque dentro no se puede fumar. Uno venido a menos le decía al otro:
—Y por eso ya no puedo jugar más. Alargué, alargué…, y ahora me tienen que quitar el menisco. A los futbolistas nos pasa eso…
A lo que yo añadía en mi cabeza: «Y por eso no me fichó el Madrid. Pero los colegas son los colegas y yo seguía jugando con un poco de dolor. Me llamaban, ¿sabes? Y ¡qué voy a decirles!».
Llegué al centro. Y no sé si se han dado cuenta ustedes pero los espacios son muy reducidos. Va uno al váter y tiene que maniobrar para poder cerrar la puerta y quedarse dentro del váter. Y luego otra maniobra estratégica para desabrocharse sin darle un codazo al continente del papel higiénico que es más grande que el inodoro, por cierto. Por cierto, no suele haber percha. Ni jabón. Cosas básicas, fundamentos, principios.
Luego fui a una de las tiendas. Entro al probador y, adivinen, no hay espacio ni para uno. Solo hay para medio… Y yo soy delgado.
Ocurre lo mismo con los restaurantes —por llamarlos de una manera que se acerque a la realidad— de estos que son modernas franquicias y sus mesas: si pide usted una botella de agua o refresco va bien, la botella y sus brazos caben en la mesa; pero como se le ocurra la audacia de, no sé, pedir algo de comer para acompañar al refresco… Creo que me entienden.
Fui a otra tienda y cuando abrí el probador, ¡sorpresa! ¡Aquello no era un probador, era un camerino! ¡Qué digo un camerino, era un barco! Ya saben ustedes lo que pasa cuando a uno le dejan espacio: se siente uno cómodo, mira alrededor y puede ver, puede alcanzar, se encuentra bien, tiene la cabeza despejada para pensar si las medidas, digo la ropa, es viable… Porque sin espacios uno se acogota.
En fin, me volvía a mi casa por el mismo camino después de un par de horas. De repente paso por el peor bar del mundo, ¿recuerdan? Y allí seguía Messi, solo que ahora era otro el que aguantaba sus sermones omniegos:
—Yo me miraba el tatu de perfil, aquí —señalándose el hombro—, que es donde más guapos quedan, y flipaba. Yo te lo recomiendo. El tatu se tiene que llevar de perfil.

1 comentario:

  1. Imaginemos que tenéis el talle de un oso grizzly como yo. La cosa se complica de forma notable. Codazos contra los tablones, equilibrios que acaban con golpe por cualquier lado, miradas al pseudoespejo que estiliza el porte, sudores, .... Y algunos dicen "prohibido más de 4 prendas". a ver quien es el guapo que mete más de 2 (no suele haber percha).
    Y luego me pregunta mi mujer por qué no me gusta probarme ropa.

    ResponderEliminar