Espacios y
medidas
El niño cielo
Esta
mañana no trabajaba, así que me acuerdo de que necesito un chándal y, ¡ala!, a
un centro comercial. Preferí andar; los autobuses cada vez tienen menos
espacio.
Pasé
por un bar que debería llamarse El peor bar del mundo, pero quién soy yo para
ponerle tal aberración. En la acera había dos tipos, en esa ventanilla cerca de
la entrada que ahora está de moda porque dentro no se puede fumar. Uno venido a
menos le decía al otro:
—Y
por eso ya no puedo jugar más. Alargué, alargué…, y ahora me tienen que quitar
el menisco. A los futbolistas nos pasa eso…
A lo
que yo añadía en mi cabeza: «Y por eso no me fichó el Madrid. Pero los colegas
son los colegas y yo seguía jugando con un poco de dolor. Me llamaban, ¿sabes?
Y ¡qué voy a decirles!».
Llegué
al centro. Y no sé si se han dado cuenta ustedes pero los espacios son muy
reducidos. Va uno al váter y tiene que maniobrar para poder cerrar la puerta y
quedarse dentro del váter. Y luego otra maniobra estratégica para desabrocharse
sin darle un codazo al continente del papel higiénico que es más grande que el
inodoro, por cierto. Por cierto, no suele haber percha. Ni jabón. Cosas
básicas, fundamentos, principios.
Luego
fui a una de las tiendas. Entro al probador y, adivinen, no hay espacio ni para
uno. Solo hay para medio… Y yo soy delgado.
Ocurre
lo mismo con los restaurantes —por llamarlos de una manera que se acerque a la
realidad— de estos que son modernas franquicias y sus mesas: si pide usted una
botella de agua o refresco va bien, la botella y sus brazos caben en la mesa;
pero como se le ocurra la audacia de, no sé, pedir algo de comer para acompañar
al refresco… Creo que me entienden.
Fui
a otra tienda y cuando abrí el probador, ¡sorpresa! ¡Aquello no era un probador,
era un camerino! ¡Qué digo un camerino, era un barco! Ya saben ustedes lo que
pasa cuando a uno le dejan espacio: se siente uno cómodo, mira alrededor y
puede ver, puede alcanzar, se encuentra bien, tiene la cabeza despejada para
pensar si las medidas, digo la ropa, es viable… Porque sin espacios uno se
acogota.
En
fin, me volvía a mi casa por el mismo camino después de un par de horas. De
repente paso por el peor bar del mundo, ¿recuerdan? Y allí seguía Messi, solo
que ahora era otro el que aguantaba sus sermones omniegos:
—Yo
me miraba el tatu de perfil, aquí —señalándose el hombro—, que es donde más
guapos quedan, y flipaba. Yo te lo recomiendo. El tatu se tiene que llevar de
perfil.
Imaginemos que tenéis el talle de un oso grizzly como yo. La cosa se complica de forma notable. Codazos contra los tablones, equilibrios que acaban con golpe por cualquier lado, miradas al pseudoespejo que estiliza el porte, sudores, .... Y algunos dicen "prohibido más de 4 prendas". a ver quien es el guapo que mete más de 2 (no suele haber percha).
ResponderEliminarY luego me pregunta mi mujer por qué no me gusta probarme ropa.