domingo, 18 de septiembre de 2016

Somos lo que educamos


Somos lo que educamos
El niño cielo

Domingo por la mañana, bien prontito, me aburro y digo: «Voy a abrir el Twiter a ver qué me encuentro». Y, creyendo que uno se va a quitar las legañas con la idiotaexpulsión de un gran hermano, me sorprendo con una foto de un gráfico sobre educación en el mundo (países de la OCDE). ¿Fuente? La OCDE. España está a la cola en inversión educativa.
Visto así, rápido y hoy en día, siendo una nación esta que se resquebraja a pedazos y al borde de unas terceras elecciones —cerca de unas cuartas y a vista de unas quintas—, no es para prestarle atención, ya que además sabemos que desde hace años estamos en el precipicio de los resultados académicos.
Pero mira uno la fotito esa, por curiosidad, porque no se lo puede creer, porque puede ser falsa, porque las legañas, porque lleva un cubata en la mano o porque es educador, etc., cada cual que elija una causa, y se da cuenta de que estamos en la misma línea que Chile, Italia o Eslovaquia. ¿Eslovaquia? Resulta que Eslovaquia invierte casi lo mismo en educar a sus polluelos que nosotros. «¿Se han vuelto locos?» «¡Eso es tirar la casa por la ventana!».
Googlea uno «pib españa» y sale una imagen enorme: 1,393 billones USD (2013); «pib eslovaquia», 97,71 miles de millones USD (2013). No hace falta ser doctor en matemáticas ni tener la Medalla Fields para que la mente se dispare, vuele la imaginación… En Eslovaquia hay unos 5 millones de habitantes y en España unos 48 millones. Está claro que nos tomamos la educación ¡muy en serio!
Os voy a hacer una confesión: estaba un día por casualidad en un colegio con unos visitantes circunstanciales: profesores y alumnos suecos. El caso es que entablo conversación con una alumna y su profesora. Me hicieron una pregunta que aún hoy me impacta: ¿Por qué hay vallas y muros en el colegio?
Este punto y aparte era para reflexionar. La pregunta lo merece. No daban crédito a que necesitáramos muros para que los alumnos no se fueran de un colegio, lo que da una idea que lo que interesa la educación a muchos ciudadanos de este país. De la misma manera se sorprendían de los índices de fracaso escolar en secundaria y otras cosillas.
Recuerdo que me sentí tercermundista.
La inversión en educación no se ve en los bolsillos de los ciudadanos. Si ahora invirtiéramos de repente el doble —y no en ordenadores, que parece que es el único recurso, sino en más profesores y menos niños por aula— nadie llegaría mejor que antes a fin de mes. Además somos un país de urgencias, queremos resultados ya: mientras yo viva, mientras yo gobierne… ¡Claro, es que ponerme a recoger papeles del suelo o no tirar pipas, en definitiva, ponerme a cuidar el medio ambiente, cuando no veré resultados hasta dentro de 200 años, es decir, yo ya habré muerto…! ¡Ponerme a invertir en educación en pleno mandato cuando eso no da votos y en cuatro años podrían ventilarme por no haber invertido ese dinero en, no sé, devolver 400 euros en la renta o ayudas a compra de vehículos o bajar un 0,3% la luz…!
Pues ya está. No nos rasguemos las vestiduras. Somos lo que educamos.

1 comentario:

  1. Me encuentro en fase "cuesta abajo". Es, francamente, difícil encontrar argumentos para seguir luchando contra corriente. Estoy cansado de cambios absurdos, burocratización a lo bestia, argumentos estúpidos, visionarios iluminados, .... No sé; si no encuentro un punto de anclaje con visión realista de futuro, creo que voy a abandonar y dedicarme a otra cosa. Y vivir más tranquilo y relajado.

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