lunes, 13 de junio de 2016

Americanadas IV: terror y fobia


Americanadas IV: terror y fobia
El niño cielo

El mundo despierta con la mirada hacia Orlando.
En las primeras declaraciones he escuchado dudas sobre si es un ataque terrorista u homófobo. Parece que hay indicios para ambos —no me sorprende. Más allá de quedarnos en la causa que motiva a esta gente deberíamos señalar, en primer lugar, que este tipo no es un lobo solitario, como este hay muchos; en segundo lugar, vamos a oír de todo en los medios de comunicación, pero deberíamos poner en tela de juicio toda la información, puesto que viene de Norteamérica, tierra de la Mercadotecnia fogoartificial y teatrera y de guerras con auto lavado hollywoodiense; y, en tercer lugar, deberíamos decidir sobre dónde colocar el foco.
Sabemos que cualquier niño de 16 años puede llevar un arma en Norteamérica. Está en su ADN, diría Trump. De la misma manera podríamos apuntar nosotros que el machismo está en nuestro ADN. Ambas afirmaciones son falsas —además de idiotas— y solo sirven para justificar las necesidades o motivaciones egocéntricas de cada cual. Todos deberíamos saber que hay culturas de matriarcado, por poner un ejemplo. Así que de genético poco. Es una cuestión social, adquirida, ambiental. En Gringolandia se respira desde hace mucho tiempo el ruido de una bala —y no solo en las películas. Es el carácter de buena parte de la nación. Por tanto, la cuestión es educativa. No son accidentes aislados. ¿Consiguió Norteamérica eliminar el tabaco de la conciencia nacional? Bastante, ¿verdad? Pues las mismas herramientas contra la muerte por bala. Y dejémonos ya de hipocresías.
¿Acto de terrorismo? ¿Acto homófobo? ¿Qué más da? Si alguien aún va a fiarse de los medios de comunicación de Gringolandia es un iluso o un egódoxa. Si queremos noticias que favorezcan al Madrid leamos el AS, y si queremos que favorezcan al Barça leamos el Mundo deportivo. ¿Qué periódico o canal de tv si somos del PP o del PSOE…? Estimado lector, si queremos la verdad leamos los dos, veamos los dos, y luego hagamos un ejercicio crítico reflexivo. Espero que no sea pedir mucho: querer la verdad, ¿no? Pero, insisto, ¿qué más da? Muere gente. Es violencia. Y el sistema de valores y el educativo deberían condenarla y expulsarla, y nunca usarla para justificaciones y motivaciones políticas o sociales. Eso nunca.
Poner barreras es un parche. No es la solución. Habrá quien grite que si todos llevásemos armas —incluidos los homosexuales del local, dirían Trump y sus acólitos, culpando indirectamente a las víctimas— todos hubiéramos detenido a este tipo. ¡Esto es una barbaridad! La violencia siempre engendrará violencia, y si esta frase tan sencilla no cala es porque tenemos un problema grave. Habrá quien clame que en el trabajo de seguridad de este asesino no le hicieron un análisis psicológico —y otros dirán que eso mismo forma parte de la conspiración proarmas norteamericana, etc.—, o que debería haber más detectores de armas a la entrada de locales públicos y privados, o que podríamos poner un dron en la cabeza de cada persona, a unos 10 metros de altura y así…, o más cámaras de seguridad, o un chip subcutáneo que pueda ser controlado por…, o trincheras, o barricadas. Y las barreras no son la solución, ya lo estamos viendo todos los días. Ni en el mundo real ni en el mundo virtual. También habrá focos encima de los terroristas, de esos radicales asesinos, de los homófobos —cuidado con twiter, por favor, ya se está llenando de idioteces y egodoxía—, de la Fundación del rifle, de las mamás de aquellos que fueron a la fiesta…
Y no sé si oiré que es un problema humano.

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