jueves, 3 de marzo de 2016

Hipercorrecciones sociales


Hipercorrecciones sociales
La niña agua

La hipercorrección —o también ultracorrección o sobrecorrección— es un fenómeno por el cual, ante una insidiosa y exagerada búsqueda de elevada cultura, uno decide cambiar un término lingüístico estándar por otro superior, al creer que aquel estándar es erróneo o equivocado. Tratando de corregir, lo que producimos pues es una incorrección real. Un ejemplo práctico: «a la alza» (expresión copiada de «a la baja», sin tener en cuenta que, aunque femenina, la palabra «alza» comienza con «a» tónica, como «agua» o «arma», y debería ser masculina, o sea, «al alza». Más: «Bilbado» por «Bilbao», «flaccidez» por la correcta «flacidez», «inicialización» por «inicio», «ejercitar» por «ejercer». Básicamente se llama hablar mal, pero no por ignorancia, lo cual sería disculpable en todos los casos, sino por pretenciosos, ostentosos, arrogantes, fanfarrones, vanidosos, provocadores, irreverentes, por no detenernos a pensar o buscar la forma correcta. Hay muchas razones; marque su casilla.
Pero, dado que el lenguaje no es más que una manifestación de lo que somos, una expresión social, con esta premisa podemos observar hipercorrecciones más allá del lenguaje.
En primer lugar, y relacionado directamente con el lenguaje, pasamos de golpear con regla en la mano a un niño por equivocarse escribiendo a no contar la ortografía en ninguna asignatura de la hasta hoy Selectividad, a excepción de Castellano. No hace falta golpear a personas para aprender —conductismo inoperante—, pero escribir lo hacemos en todas las asignaturas, no solo en una. Desde luego no me imagino a un profesor de Literatura, por ejemplo, permitiendo impunemente que un alumno escriba que el Renacimiento duró hasta el siglo XIX, aunque sea una cuestión de circunscripción histórica.
Somos un pueblo que pasó de asesinar por la espalda en las cárceles con el famoso «paseíllo» a tener televisión gratis en la trena. No sería una ultracorrección si también los hospitales dispusieran de televisión gratis, aunque solo fuera durante unas horas —y, por evitar que alguien pueda usar esta verdad para acusarme de demagogia si sigo argumentando, voy a dejarlo aquí.
Hasta hace bien poco éramos una comunidad altamente machista. Sin embargo, gracias al esfuerzo de hombres y sobre todo mujeres, vamos desencadenándonos de ese poso atávico que degenera en violencia. Ahora bien, resulta que en los últimos tiempos cualquier hombre que insulte a una mujer —no por ser mujer— es considerado, señalado e insultado también como machista. Es el recurso fácil y generalizado con el que se suele defender una mujer. Si dices que una mujer es una vaga, o que es lenta, o que…; un hombre hace mal su trabajo y no pasa nada, pero en el caso de una mujer es machismo, patriarcado opresor, tiranía del varón, etc..
Todavía recuerdo cuando un alumno recibía clase de una materia a cargo de un especialista. Sin embargo, esta profesión ha caído tan bajo que ya no es necesario tener un título que acredite conocimientos de Química o de Música, solo basta con saber enseñar Química o Música —y contar con un libro de texto al que ajustarse. El otro día en la página de la Consejería de educación se solicitaba profesor de Música y Plástica, y los requisitos solicitados eran el B1 de inglés y en titulación rezaba «Cualquiera» (cita literal, no pongo el enlace porque son datos que entran y salen).
Desde hace mucho nos hemos quejado de la intromisión o profanación eclesiástica en nuestra vida común y mortal. Ahora que gozamos de libertades y leyes que nos protegen para decidir y disentir, en lugar que quedarnos ahí, damos varios pasos al frente, con actitud combativa, y entramos en una iglesia desnudos e invadimos su «cuerpo» al grito de «Al Vaticano, régimen clitoriano», y lo aplaudimos en redes sociales. Devolvemos una profanación con otro sacrilegio.
No tenemos botón pausa.

2 comentarios:

  1. Y lo malo es que cada vez nos encontramos con hipercorrectores que se creen profundamente eruditos y depositarios únicos del correcto sentido de nuestras miserables vidas.
    Mi opinión va en el mismo sentido que la tuya, aunque yo no pediría un botón pausa, sino un botón "para, que me cambio de carril y voy por otro en el que pueda ir en diferentes sentidos según yo crea oportuno". Lo malo de mi botón es que tiene el nombre muy largo.

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