Hipercorrecciones
sociales
La niña agua
La
hipercorrección —o también ultracorrección o sobrecorrección— es un fenómeno
por el cual, ante una insidiosa y exagerada búsqueda de elevada cultura, uno
decide cambiar un término lingüístico estándar por otro superior, al creer que aquel
estándar es erróneo o equivocado. Tratando de corregir, lo que producimos pues
es una incorrección real. Un ejemplo práctico: «a la alza» (expresión copiada de «a la baja», sin
tener en cuenta que, aunque femenina, la palabra «alza» comienza con «a»
tónica, como «agua» o «arma», y debería ser masculina, o sea, «al alza». Más:
«Bilbado» por «Bilbao», «flaccidez» por la correcta «flacidez»,
«inicialización» por «inicio», «ejercitar» por «ejercer». Básicamente se llama
hablar mal, pero no por ignorancia, lo cual sería disculpable en todos los
casos, sino por pretenciosos, ostentosos, arrogantes, fanfarrones, vanidosos, provocadores,
irreverentes, por no detenernos a pensar o buscar la forma correcta. Hay muchas
razones; marque su casilla.
Pero,
dado que el lenguaje no es más que una manifestación de lo que somos, una
expresión social, con esta premisa podemos observar hipercorrecciones más allá
del lenguaje.
En
primer lugar, y relacionado directamente con el lenguaje, pasamos de golpear
con regla en la mano a un niño por equivocarse escribiendo a no contar la
ortografía en ninguna asignatura de la hasta hoy Selectividad, a excepción de
Castellano. No hace falta golpear a personas para aprender —conductismo inoperante—, pero escribir lo hacemos en
todas las asignaturas, no solo en una. Desde luego no me imagino a un profesor
de Literatura, por ejemplo, permitiendo impunemente que un alumno escriba que
el Renacimiento duró hasta el siglo XIX, aunque sea una cuestión de
circunscripción histórica.
Somos
un pueblo que pasó de asesinar por la espalda en las cárceles con el famoso
«paseíllo» a tener televisión gratis en la trena. No sería una ultracorrección
si también los hospitales dispusieran de televisión gratis, aunque solo fuera
durante unas horas —y, por evitar que alguien pueda usar esta verdad para
acusarme de demagogia si sigo argumentando, voy a dejarlo aquí.
Hasta
hace bien poco éramos una comunidad altamente machista. Sin embargo, gracias al
esfuerzo de hombres y sobre todo mujeres, vamos desencadenándonos de ese poso
atávico que degenera en violencia. Ahora bien, resulta que en los últimos
tiempos cualquier hombre que insulte a una mujer —no por ser mujer— es
considerado, señalado e insultado también como machista. Es el recurso fácil y
generalizado con el que se suele defender una mujer. Si dices que una mujer es
una vaga, o que es lenta, o que…; un hombre hace mal su trabajo y no pasa nada,
pero en el caso de una mujer es machismo, patriarcado opresor, tiranía del
varón, etc..
Todavía
recuerdo cuando un alumno recibía clase de una materia a cargo de un
especialista. Sin embargo, esta profesión ha caído tan bajo que ya no es
necesario tener un título que acredite conocimientos de Química o de Música,
solo basta con saber enseñar Química o Música —y contar con un libro de texto
al que ajustarse. El otro día en la página de la Consejería de educación se
solicitaba profesor de Música y Plástica, y los requisitos solicitados eran el
B1 de inglés y en titulación rezaba «Cualquiera» (cita literal, no pongo el
enlace porque son datos que entran y salen).
Desde
hace mucho nos hemos quejado de la intromisión o profanación eclesiástica en
nuestra vida común y mortal. Ahora que gozamos de libertades y leyes que nos
protegen para decidir y disentir, en lugar que quedarnos ahí, damos varios
pasos al frente, con actitud combativa, y entramos en una iglesia desnudos e
invadimos su «cuerpo» al grito de «Al Vaticano, régimen clitoriano», y lo
aplaudimos en redes sociales. Devolvemos una profanación con otro sacrilegio.
No
tenemos botón pausa.
Y lo malo es que cada vez nos encontramos con hipercorrectores que se creen profundamente eruditos y depositarios únicos del correcto sentido de nuestras miserables vidas.
ResponderEliminarMi opinión va en el mismo sentido que la tuya, aunque yo no pediría un botón pausa, sino un botón "para, que me cambio de carril y voy por otro en el que pueda ir en diferentes sentidos según yo crea oportuno". Lo malo de mi botón es que tiene el nombre muy largo.
Ja ja, me encanta el nombre de tu botón...
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