Platón y quién será el siguiente
Dante
¿La sociedad está
“yendo de mal en peor” y “el mundo se va a la mierda”?
No, sinceramente,
el mundo no se irá a ninguna parte, pero dependiendo del lado de la balanza en
el que estemos veremos la vida con un cristal de un color u otro del símbolo de
Pink Floyd.
Tomemos el ejemplo
de Singapur: un pequeño islote cenagoso que fue colonizado por los ingleses en
la edad de piedra local. Cuando se marcharon, dejaron la típica colonia
portuaria donde la gente se comía hasta las uñas para sobrevivir.
Todo cambió cuando
llegó Lee Kuan Yew, uno de los hombres más grandes que anduvieron sobre la
tierra. Elegido democráticamente, hizo de Singapur una de las naciones más
poderosas y estables, lo que hizo a los inversores y empresas competir por el
espacio de oficinas allí a puño y navaja. Fue vilipendiado por los medios de
comunicación mainstream. Sin embargo, el Ministerio de Verdad orwelliano
se quedó indefenso ante lo empírico.
Singapur, una
“dictadura”, tiene ahora un millonario por seis habitantes, y sumando.
Pero no puedes
mascar chicle allí.
Pongamos ahora a
Europa en la mira: un continente fosilizado, bruxelizado, y musulmanizado.
Un espacio de
Schengen y amor donde los islamistas radicales no constituyen un peligro en
absoluto. Un lugar de justicia social donde te rebanan la cabeza si la sacas
demasiado.
Es la democracia,
manejada no por poderes en la sombra sino por burócratas que intentan “salvar
el mundo”, ese virus implantado bajo los cráneos de la
generación del 68.
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