Adolescencia
La niña lluvia
—Pues
yo te juro que no entiendo a mi sobrino.
—Te
digo que lo que hace es normal, Juan.
—¿Normal?
Ya es mayorcito. Diecinueve años y haciendo idioteces infantiles, valga la
redundancia.
—Es
joven, hombre. Y los infantes no son idiotas.
—Solos
no, pero en grupo vuelven a las cavernas, son unos saboteadores… ¡Chico, pon 2
pinchos más de flumil y 2 gelocatiles…! Volviendo a lo de mi sobrino…, Félix,
no me jodas, que con diecinueve años estaba yo comiéndome asignaturas en la
carrera, entre otras cosas porque no quería robar a mis padres más dinero, que
una carrera es un pastón como para estar suspendiendo y seguir poniendo la
mano.
—Y
yo también, pero tampoco te creas que lo hacía todo el mundo…
—Y
no te digo ná de nuestros padres: a los trece a currar. ¡Eso sí te hace
madurar! Y a los veinte casao. ¡Y a los veintiuno hijos…! Que no digo que tenga
q ser así, pero tampoco lo de hoy.
—Juan,
escúchame, «open mind», tío…, ¿no te has dao cuenta de que cada vez la
adolescencia es más larga?
—Eso
es lo que digo, ¡que espabilen antes, coño!
—Pero
que no es su culpa…
—Si
ya lo sé. Es que me da rabia.
—Aquí
tenéis, dos pinchitos de flumil y dos gelocatiles. ¡Ala…, que parecéis dos
jubilaos arreglando el mundo e intentando dar esquinazo a la muerte!
—¡Graciosillo
el chiste sabiendo que somos sepultureros, ¿eh, Fede?!
—¿Tan
mal estamos?
—Ja,
ja. No, hombre, pero aquí está tol mundo viendo el fútbol y vosotros ahí…
dándole… al entendimiento.
—¿Cómo
van?
—2-0
pal Atleti.
—¡Entonces
pon también unos flutox secos con cristalmina y déjanos razonar en paz!
—Bueno,
lo que te decía: mi hermano siempre ha pasao de educar a mi sobrino en
responsabilidades, y esa es una tónica sueps hoy. Por eso me da rabia, porque
yo sé que ese es el problema.
—Uno
de los problemas.
—Para
mí el más importante. Conmigo el chaval no se comporta igual. Pero, claro,
llega a su casa y se tira al sofá o la cama; ordenador, tele, videoconsola… Me
cago en tó, ¿cómo va a dar un palo al agua si no le falta de ná? Y así desde
pequeño: la comida, la ropa, los viajes de vacaciones, el restaurante, el
regalo de reyes y cumpleaños, el sitio en el cole, la película con sus amigos…
¡Coño, que lo tiene que imponer siempre todo él…! Menos conmigo, ¡eh!
—Y
ahora tu hermano quiere que estudie o trabaje, pero que haga algo, ¿verdad?
—Ahí
le has dao.
—Son
los dueños de la casa. Los padres se creen que si les prohíbes algo o les
mandas algo se van a romper o deprimir o vete tú a saber… Para educar bien a
los hijos hay que amarles pero también ejercer autoridad para orientarles. Tú
no puedes comparar el modelo de educación de hoy con el nuestro porque todo ha
cambiado.
—Ya
pero es que… ¿Qué se creen, que no van a quererles…? ¡Yo creo que esto es
enfermizo!, porque están todos contagiaos.
—No,
hombre, no; todos no. Eso es un error de muestreo. Lo que pasa es que algunos
los protegen de más, los protegen de todo, incluso de lo de su edad. Así que
nunca aprenden a enfrentarse a sus cosas.
—Unos
incompetentes.
—Saben
instalar un ordenador, una play o un móvil, pero no les permitimos usar el
microondas o la secadora o bajar la basura o coger un mocho u ordenar la
habitación. ¡Cómo se van a esforzar con trece años si con siete no les
enseñamos! ¡Es absurdamente paradójico!, valga la concordancia.
—Y
¿cómo se educa en el esfuerzo? ¡Léeme la receta, anda!
—Pues
había por ahí un tal Antonio Ríos que decía que no cediendo, no dejando las
cosas sin terminar y reforzando cuando las hacen. Asín de claro.
—¡¡Flutox
secos con cristalmina!! ¿Algo más?
—Gracias,
Fede. De momento no.
—A
mandar.
—…
—…
La
anciana tierna que todos conocemos pendula con su carrico de la compra cerca de
los sepultureros. Va a desayunar voltarén con fluidasa manchado de potasión:
—Chico,
¿eres Juan?
—Sí,
Engracia, ¿cómo está usted?
—Nene,
yo aquí… Acabo de despedirme del Manuel, ¿tacuerdas dél? Pos ha acabao la
carrera…, abogao…, 33 años… ¡¿Qué te parece?! Estamos tan orgullosos…
—¡Ale,
a disfrutarlo!
—…
Eh… Además de los inputs de los chavales, que todo son derechos y ninguna
obligación, no te olvides de lo que les afecta, los outputs.
—…
—La
adolescencia es un momento de crisis, de cambios, y para eso hay que aprender,
informarse y formarse… ¿Tú sabes la cantidad de cosas que tienen que aprender
los chavales hoy?
—¡A
respetar y a trabajar, coño! Con eso se va a tos los laos.
—Y
¿cuándo quieres que lo hagan? Tienen 12 redes sociales activas, hacen 20 fotos
al día, contestan a 58 mensajes-correos-chats, actualizan sus perfiles,
cotillean en Instagram, Facebook y
todas las casas de falsos inquilinos estas… Y al mismo tiempo a estudiar más
gilipolleces que nosotros, hacer deporte, ligar, divertirse, más las clases
particulares y las extraescolares de natación, rítmica, piano, hípica, judo,
tambor, danza, ganchillo…; por no hablar de PlayStation,
Xbox, Wii, Youtube… ¿Cuánto tiempo crees que les chupa todo eso? Hasta las doce
de la noche por lo menos no han parao. Y ahora échate a dormir… Muchos están
agotados mentalmente como para dormir. Y así todos los días. ¿Cómo van a hablar
con su madre si están viendo la última foto de Angelina en Instagram o actualizando el muro de Facebook, de lo cual depende toda nuestra raza?
—Yo
también tuve cámara, Félix.
—No
compares, Juan. A nosotros nos preocupaba la imagen para lo que vienen siendo
nuestros amigotes y alguna chavala ¿Tú sabes estos a lo que se enfrentan? Esto
se ha convertío en una jungla bárbara, en una selva incívica, en una bestia
indómita. Todo el mundo ve sus vidas porque la explicitan, la publican, la
desnudan… Y además ahora se ha instaurado la norma de juzgarlo todo. Si no
juzgas algo es que… no tienes personalidad o algo así… Así que opinan de todo
lo que haces… Y la otra norma es opinar mal, o sea, hundir a la gente, reírte de
ella como hace el Rubius y otros t@ntos como él: cuanto más insultes más guay y
cool eres. Por cierto, el Rubius tiene diez millones de seguidores; puede que
digas bien con eso de que estamos enfermos.
—Y
otra norma parece que es hacer el idiota, un deporte que cada vez tiene más
competencia, y ser original es muy jodido. El otro día vi a un youtuber lanzando
espaguetis al aire en su cocina para tratar de que cayeran dentro de la olla,
luego saltaba y los chafaba, echaba al suelo chorros de aceite y plumas de una
almohada, traía a su perro y los 2 se revolcaban por el suelo, entonces se
pasaba las manos por todo el cuerpo, sí, por todo, y también por el del perro y
metía las manos en una masa de harina y agua, se cortaba pelos de sus partes y
los echaba también como condimento, amasaba la pizza dando golpes con la suela
de sus zapatos y al horno; en velocidad tó rápida avanzó hasta que se cocinó y
la sacó a la terraza para enfriarla pero estaba lloviendo; después de mojada la
cogió y el perro y él empezaron a darle bocaos; el tío estaba espídico y se
puso a dar golpes de frente contra la mesa, abrió una botella de vodka o vete
tú a saber y se largó un tragazo que se puso rojo y escupió y casi vomita; y
remató balanceándose en la silla pa’atrás hasta que al tercer intento se cayó
de espaldas y ahí se quedó… ¡A ver cómo superas eso…!
—Abatible.
—Oye,
y ¿cómo lo solucionamos?
—Yo
lo tengo claro: hay que meterles dos años más antes de llegar a la universidad;
eso les daría mayor madurez para ese aprendizaje superior, y retrasaría la
incorporación laboral, pero no pasa ná porque ahora vivimos más, o sea, es una
cadena. Lo que no sé es dónde pondría esos años, pero ya saldría. Y no hay que
olvidar separar a los que no quieran estudiar más de los que quieran en un
momento dado…, no sé, con quince o dieciséis…
—¿Dos
años más? ¡Encima que no hacen ná! No hay quien te entienda.
—¿Pedimos
dos gelocatiles más?
—Yoooo
prefiero una aspirina.
—Pues
dos, entonces. ¡Fede, dos aspirinas… Y un pantecta para compartir!
—Pantecta
no me queda. Os puedo poner omeprazol.
—Por
mí vale… ¿no?
—…
—Pos
ponlos.
—¿De
20 o de 40?
—Mmm,
de 20.
—Por
dónde íbamos, tú.
—Pues
que los chavales lo pasan muy mal. Se estresan porque están sometidos a la
presión de…
—Gooooooooooooooooooool.
—¡Joder
qué susto, coño!
Collons!!!! Has hecho una magistral disección de la realidad. Como la vida misma.
ResponderEliminarMe ha encantado, de principio a fin; sobre todo los detalles!
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